(Imagen: Fyodor Bronnikov - "Himno pitagórico al sol del amanecer")
A
veces nos vamos muy lejos a buscar la sabiduría. A veces nos damos cuenta de
que en nuestra propia tradición están también todas las claves. A veces,
simplemente, descubrimos que la sabiduría es nuestro hogar. Hoy quiero
compartir “Los versos de oro” de Pitágoras.
Los versos de oro
Honra, en primer
lugar,
y venera a los dioses
inmortales,
a cada uno de acuerdo
a su rango.
Respeta luego el
juramento,
y reverencia a los
héroes ilustres,
y también a los
genios subterráneos:
cumplirás así lo que
las leyes mandan.
Honra luego a tus
padres
y a tus parientes de
sangre.
Y de los demás, hazte
amigo
del que descuella en
virtud.
Cede a las palabras
gentiles
y no te opongas a los
actos provechosos.
No guardes rencor
al amigo por una
falta leve.
Estas cosas hazlas
en la medida de tus
fuerzas,
pues lo posible se
encuentra
junto a lo necesario.
Compenétrate en
cumplir
estos preceptos,
pero atente a dominar
ante todo las
necesidades
de tu estómago y de
tu sueño,
después los arranques
de tus apetitos y de
tu ira.
No cometas nunca
una acción
vergonzosa,
Ni con nadie, ni a
solas:
Por encima de todo,
respétate a ti mismo.
Seguidamente ejercítate
en practicar la
justicia,
en palabras y en
obras,
Aprende a no
comportarte
sin razón jamás.
Y sabiendo que morir
es la ley fatal para
todos,
que las riquezas,
unas veces te plazca
ganarlas
y otras te plazca
perderlas.
De los sufrimientos
que caben
a los mortales por
divino designio,
la parte que a ti
corresponde,
sopórtala sin
indignación;
pero es legítimo que
le busques remedio
en la medida de tus
fuerzas;
porque no son tantas
las desgracias
que caen sobre los
hombres buenos.
Muchas son las voces,
unas indignas, otras
nobles,
que vienen a herir el
oído:
Que no te turben ni
tampoco
te vuelvas para no
oírlas.
Cuando oigas una
mentira,
sopórtalo con calma.
Pero lo que ahora voy
a decirte
es preciso que lo
cumplas siempre:
Que nadie, por sus
dichos o por sus actos,
te conmueva para que
hagas o digas
nada que no sea lo
mejor para ti.
Reflexiona antes de
obrar
para no cometer
tonterías:
Obrar y hablar sin
discernimiento
es de pobres gentes.
Tú en cambio siempre
harás
lo que no pueda
dañarte.
No entres en asuntos
que ignoras,
mas aprende lo que es
necesario:
tal es la norma de
una vida agradable.
Tampoco descuides tu
salud,
ten moderación en el
comer o el beber,
y en la ejercitación
del cuerpo.
Por moderación
entiendo
lo que no te haga
daño.
Acostúmbrate a una
vida sana sin molicie,
y guárdate de lo que
pueda atraer la envidia.
No seas disipado en
tus gastos
como hacen los que
ignoran
lo que es honradez,
pero no por ello
dejes de ser
generoso:
nada hay mejor
que la mesura en
todas las cosas.
Haz pues lo que no te
dañe,
y reflexiona antes de
actuar.
Y no dejes que el
dulce sueño
se apodere de tus
lánguidos ojos
sin antes haber
repasado
lo que has hecho en
el día:
"¿En qué he
fallado? ¿Qué he hecho?
¿Qué deber he dejado
de cumplir?"
Comienza del comienzo
y recórrelo todo,
y repróchate los
errores
y alégrente los
aciertos.
Esto es lo que hay
que hacer.
Estas cosas que hay
que empeñarse en
practicar,
Estas cosas hay que
amar.
Por ellas ingresarás
en la divina senda de
la perfección.
Por quien trasmitió
a nuestro
entendimiento la
Tetratkis
la fuente de la
perenne naturaleza.
¡Adelante pues!
ponte al trabajo,
no sin antes rogar
a los dioses que lo
conduzcan
a la perfección.
Si observares estas
cosas
conocerás el orden
que reina entre los
dioses inmortales
y los hombres
mortales,
en qué se separan las
cosas
y en qué se unen.
Y sabrás, como es
justo
que la naturaleza es
una
y la misma en todas
partes,
para que no esperes
lo que no hay que
esperar,
ni nada quede oculto
a tus ojos.
Conocerás a los
hombres,
víctimas de los males
que ellos mismos se
imponen,
ciegos a los bienes
que les rodean,
que no oyen ni ven:
son pocos los que
saben
librarse de la
desgracia.
Tal es el destino
que estorba el
espíritu
de los mortales,
como cuentas
infantiles
ruedan de un lado a
otro,
oprimidos por males
innumerables:
porque sin advertirlo
los castiga la
Discordia,
su natural y triste
compañera,
a la que no hay que
provocar,
sino cederle el paso
y huir de ella.
¡Oh padre Zeus!
¡De cuántos males
no librarías a los
hombres
si tan sólo les
hicieras
ver a qué demonio
obedecen!
Pero para ti, ten
confianza,
porque de una divina
raza
están hechos los
seres humanos,
y hay también la
sagrada naturaleza
que les muestra
y les descubre todas
las cosas.
De todo lo cual,
si tomas lo que te
pertenece,
observarás mis
mandamientos,
que serán tu remedio,
y librarán tu alma
de tales males.
Abstente en los
alimentos como dijimos,
sea para las
purificaciones,
sea para la
liberación del alma,
juzga y reflexiona
de todas las cosas y
de cada una,
alzando alto tu
mente,
que es la mejor de
tus guías.
Si descuidas tu
cuerpo para volar
hasta los libres
orbes del éter,
serás un dios
inmortal, incorruptible,
ya no sujeto a la
muerte.
(Pitágoras)
Gracias Elena, Pitágoras no mentía y es de sabios seguir sus consejos. buena semana.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, Leonor. Al menos, lo intentaremos… ;-)
EliminarUn beso grande y buena semana para ti también.
Tiene bastante semejanza con los mandamientos de nuestra religión cristiana y siempre hay una intención de dirigir las conciencias hacia un camino de seguridad y paz interior.
ResponderEliminarSí, tienes razón. Yo pienso que el fondo de todas las religiones, al final, suele ser el mismo. Saludos, unknown!
EliminarQ bonita la complicidad, y q necesaria...
ResponderEliminarSi…. saludos, anónimo.
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