lunes, 31 de marzo de 2014

Menos cosas = más felicidad


Hace unos días recibí un mail de Natacha, de Uruguay, que me enviaba un vídeo muy interesante para compartir en el blog (mil gracias): la charla de Graham Hill en TED. En ella, este escritor y diseñador se pregunta si tener menos cosas en menos espacio no será una de las claves para la felicidad.

Me hizo recordar uno de los momentos más felices de mi vida. Estaba viajando por India y llevaba conmigo solamente una pequeña maleta con muy poca ropa, dos libros y un champú. Nunca me había sentido tan ligera. Hasta mi respiración parecía más liviana. Y eso hizo que me diera cuenta de lo poco que necesitaba realmente para ser feliz.

Vale la pena pensar en ello. Aquí os dejo el vídeo.



lunes, 24 de marzo de 2014

Si


(Imagen de André Arment)



SI


Si guardas en tu puesto, la cabeza tranquila,
cuando todo a tu lado es cabeza perdida.
Si tienes en ti mismo una fe que te niegan
y no desprecias nunca, las dudas que ellos tengan.
Si esperas en tu puesto, sin fatiga en la espera.
Si engañado, no engañas.
Si no buscas mas odio, que el odio que te tengan.
Si eres bueno y no finges ser mejor de lo que eres.
Si al hablar no exageras lo que sabes y quieres.
Si sueñas y los sueños no te hacen su esclavo.
Si piensas y rechazas lo que piensas en vano.
Si tropiezas con el triunfo, si llega tu derrota,
y a los dos impostores los tratas de igual forma.
Si puedes soportar oír la verdad que has dicho
tergiversada por villanos para engañar a los necios.
Si vuelves al comienzo de la obra perdida,
aunque esta obra sea la de toda tu vida.
Si arriesgas en un golpe y lleno de alegría,
tus ganancias de siempre, a la suerte de un día,
y pierdes, y te lanzas de nuevo a la pelea,
sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era.
Si logras que tus nervios y el corazón te asistan,
aun después de su fuga, de tu cuerpo en fatiga,
y se agarren contigo cuando no quede nada,
porque tu lo deseas y lo quieres, y mandas.
Si hablas con el pueblo y guardas tu virtud.
Si marchas junto a reyes con tu paso y tu luz.
Si nadie que te hiera, llegue a hacerte una herida,
Si todos te reclaman y ninguno te precisa.
Si llenas el inexorable minuto,
con sesenta segundos que valgan la pena.
Todo lo de esta tierra, será de tu dominio,
y mucho mas aún, serás hombre, hijo mío.

(Rudyard Kipling)

jueves, 20 de marzo de 2014

lunes, 17 de marzo de 2014

Todas las posibilidades

(Imagen de Al Magnus)


“Aunque vas diciendo que buscas la felicidad,
lo cierto es que no quieres ser feliz.
Prefieres volver al nido antes que volar,
porque tienes miedo.
Y el miedo es algo conocido, la felicidad no.”

(Anthony de Mello)

Llevo unos días pensando en los tópicos, algo que no soporto: “la gente no cambia”, “las mujeres son histéricas”, “todos los hombres son iguales”… Tengo la sensación de que vivimos encorsetados en los  tópicos y ni siquiera nos damos cuenta de que van conformando el mundo que creamos día a día. Me explico: si yo pienso que “todos los hombres son iguales”, es más que probable que eso se manifieste en mi vida. No sólo porque atraeré a “hombres iguales” sino también porque yo haré, además, todo lo posible –inconscientemente, claro- para que eso se haga realidad. ¿Cómo? Buscando excusas, provocando situaciones, analizando comportamientos, buscando la manera de que “la realidad” encaje con lo que yo pienso, que sea lo que yo creo que es. Lo desconocido –aunque sea mejor- nos asusta demasiado.

El otro día, hablando con una amiga que justamente me estaba diciendo una de estas frases hechas que tenemos tan interiorizadas que llegamos a creer que la hemos pensado nosotros, me rebelé. Yo me niego a vivir en un mundo en el que la gente no cambia, en el que las mujeres son histéricas y en el que todos los hombres son iguales. Me niego a vivir en un mundo hecho de tópicos, en el que no hay espacio para la sorpresa porque ya sé lo que puedo esperar de todo y de todos. Me parece tristísimo. Y me niego.

Nos conformamos con una vida gris porque no nos atrevemos a vivir dentro del arco iris. Es cierto que si abres la puerta a todas las posibilidades te arriesgas a decepcionarte (cuando pones demasiadas expectativas en una de dichas posibilidades) pero, ¿qué es una decepción de vez en cuando comparada con una vida llena de oportunidades? Todos sabemos ya que si piensas en positivo, atraes lo positivo. ¿Te has preguntado alguna vez cómo piensas?, ¿te escuchas hablar?, ¿realmente oyes lo que dices? Yo me sorprendo, a veces, diciendo una frase tópica. Y, entonces, me paro. Y la borro. Porque quiero pensar –QUIERO CREER- que la vida es bonita, que la gente actúa con el corazón, que a veces suceden cosas maravillosas y que los milagros no son más que otra posibilidad. ¿Por qué no?

Entre todos creamos el mundo. Lo que pensamos todos es lo que se acaba manifestando. Así pues, cuando mires a tu alrededor y lo que veas no te guste, pregúntate: ¿qué es lo que piensas?, ¿cómo hablas de los que te rodean?, ¿cuáles son tus prioridades?, ¿cómo tratas a las personas? Antes de juzgar el exterior, revisa lo que hay en tu interior. Y, después, ponte a trabajar en ti para arreglar el mundo. Olvídate de tópicos, de frases hechas y de lo que se supone que debe pasar, no pienses que algo es imposible sólo porque eso te han dicho, abre las puertas de la sorpresa, de la ilusión, de la felicidad. Y entra…
  

jueves, 13 de marzo de 2014

Sueños y amor




(Imagen de la maravillosa Verónica Gran, no os perdáis sus cursos on-line. Aquí)

lunes, 10 de marzo de 2014

Compasión


(Imagen de Samuel Aranda)


Hoy quiero hablar de dos palabras que me parecen importantes, una es “empatía” y otra es “compasión”. Entiendo “empatía” como la capacidad de comprender al otro, de ponerse en su lugar. Y “compasión” como dar un paso más: sufrir con el otro, compartir su emoción (etimológicamente, la palabra viene del latín cumpassio, traducción del vocablo griego συμπάθεια (sympathia), palabra compuesta de συν πάσχω + συμπάσχω, literalmente "sufrir juntos"). Puesto que supone una entrega total al otro, sin esperar nada a cambio y con el único objetivo de acompañarle en su sufrimiento, ¿quizás sería, entonces, la compasión la forma más sublime de amor?

Hay un par de relatos sobre la compasión que me hacen pensar que es así. Uno de ellos, lo cuenta el Dalai Lama: “Hace algún tiempo, en una de las partidas que lograron cruzar la frontera del Tíbet, se encontraba un monje que había sido torturado y encarcelado por el ejército chino. Abatido, el religioso le había relatado que, durante su cautiverio, llegó a pasar por un grave peligro. “¿Qué peligro fue ese?”, preguntó el Dalai Lama. Y la respuesta del monje fue extraordinaria: “El peligro de perder la compasión hacia los chinos”.

Comprender el dolor de quien te hace daño no significa aprobar su comportamiento, sino entender que dicho comportamiento no se basa en la maldad, sino más bien en la ignorancia, en el desconocimiento. Y eso ayuda a no juzgar, a comprender, a compadecer, a amar.

Anthony de Mello, en su libro “Un minuto para el absurdo”, comparte otra historia que me deja sin palabras: “Dijo un día el sabio a sus discípulos: "No estaréis preparados para combatir el mal mientras no seáis capaces de ver el bien que produce".
Aquello supuso para los discípulos una enorme confusión que su Maestro no intentó siquiera disipar. Al día siguiente, les enseñó una oración que había aparecido garabateada en un trozo de papel de estraza hallado en el campo de concentración de Ravensburg:
"Acuérdate, Señor, no sólo de los hombres y mujeres de buena voluntad, sino también, de los de mala voluntad. No recuerdes tan sólo todo el sufrimiento que nos han causado; recuerda también los frutos que hemos dado gracias a ese sufrimiento: la camaradería, la lealtad, la humildad, el valor, la generosidad y la grandeza de ánimo que todo ello ha conseguido inspirar. Y cuando los llames a ellos a juicio, haz que todos esos frutos que hemos dado sirvan para su recompensa y su perdón."”

¿Sería, entonces, la compasión la forma más sublime de amor?