lunes, 28 de julio de 2014

A mí no se me ha muerto la esperanza


(Imagen a través de Xaxor)


A mí no se me ha muerto la esperanza


Amor, a mí no se me ha muerto la esperanza,

no lo digo vencedor, no lo digo poderoso,

no lo digo como un conjuro,

como falso testimonio o como estandarte,

tampoco lo digo

como un malabarista en la carpa del circo,

como el centro del universo al margen de sus rutas

o como el intocado por las dentelladas de la vida,

no lo digo acaso en un instante de júbilo,

ni siquiera lo digo

con el optimismo necesario a los comienzos.


A mí no se me ha muerto la esperanza,

lo digo como quien afirma

una elemental condición del ser humano,

lo digo con la tristeza y el miedo a las espaldas,

lo digo con la incertidumbre

del que sabe

que aún no han sido derrotados

la insatisfacción y el hastío,

lo digo con la madurez

del que no ignora

que el fracaso, la frustración

y la amargura

le tocarán la puerta todavía

como insepultos guerreros de un tiempo sepultado.


A mí no se me ha muerto la esperanza,

ni una sola de las tantas veces

en que muero vivo,

cuando alguno

con mi propio rostro

me abandona,

cuando alguno al que sostuve

me niega el apoyo de su brazo,

cuando el más cercano

me injuria, me desconoce o me deshace.


A mí no se me ha muerto la esperanza,

la justicia mayor está presente

aunque coexistan en su prado mezquinas injusticias,

éste es el tiempo del amor,

y el amor

va haciendo ronda a ronda

su fiel cosecha.


A mí no se me ha muerto la esperanza,

la esperanza soy yo,

porque la esperanza es mi pueblo

y yo le pertenezco,

yo que también

tropiezo,

asumo errores,

rectifico,

y para limpiarme

los pulmones

respiro hondo

y sigo hacia adelante porque sé,

que en este mundo

poco a poco más limpio,

hay que tener corazón

para el desgarramiento inevitable

y corazón roturado

para la siembra de confianza

y alegría.


A mí no se me ha muerto la esperanza,

porque la muerte no es mi vocación,

porque no le conozco un rostro definitivo

a no ser el rostro múltiple de nuestras multitudes,

porque no acepto más voluntad

que mi terca voluntad de alzar junto a otras manos

voluntariosamente tercas,

la tierra fecunda,

todopoderosa,

irrenunciable

del amor.


Francisco Garzón Céspedes



(A través del blog Con el verso en la voz)

lunes, 21 de julio de 2014

¿Estás viviendo tu sueño?



Hoy me ha atacado, de forma despiadada e implacable, una sencilla y -hasta se podría llegar a pensar- inocente pregunta: ¿Estás viviendo tu sueño?

Venía en forma de imagen, justamente la que encabeza esta entrada. Y dicho ataque ha sido inesperado, uno de esos tortazos que te pega la vida cuando estás durmiendo y miras hacia otro lado porque no quieres saber –reconocer- que estás durmiendo. Y vas dejando pasar los días. Como si no importara. Como si no fuera contigo. Como si el tiempo pudiera recuperarse. Como si no te fuera encorvando la espalda.

Pero no. Hoy he encendido el ordenador, he entrado en una página cualquiera y ahí estaba, como quien no quiere la cosa, con pinta de inocente, como si fuera una nimiedad:


¿Estás viviendo tu sueño?


He disimulado todo lo que he podido. He mirado hacia los lados para ver si podía endosarle a otro la preguntita pero, al final, no me ha quedado más remedio que enfrentarme a ello y cuestionarme: ¿estoy viviendo mi sueño?
Así, me he dado cuenta de que tras esta “inocente y sencilla” pregunta, había escondida una retahíla de interrogantes, a cual más aterrador, empezando por: ¿sé, realmente, cuál es mi sueño?

Y, de nuevo, frente a mí se han abierto dos caminos: uno que me lleva a mirar hacia otro lado, volver a cerrar los ojos, intentar olvidar preguntas y doparme con la droga que tenga más a mano. Y otro que me empuja a buscar, a indagar, a descubrir cuál es realmente mi sueño e ir a por él, a levantarme tras cada caída, a no dejarme vencer, a tomar las riendas de mi vida y a responsabilizarme de mis pensamientos, de mis emociones y de mis decisiones. Como diría Castaneda, este último es el camino con corazón…

“(…) Ahora tiene sentido la pregunta de mi benefactor. ¿Tiene corazón este camino? Si tiene, el camino es bueno; si no, de nada sirve. Ningún camino lleva a ninguna parte, pero uno tiene corazón y el otro no. Uno hace gozoso el viaje; mientras lo sigas, eres uno con él. El otro te hará maldecir tu vida. Uno te hace fuerte; el otro te debilita.” (Carlos Castaneda: "Las Enseñanzas de Don Juan”)

Una vez más,  tú decides: vivir tu sueño o dormir tu vida...

jueves, 17 de julio de 2014

Ya no tengo paciencia para algunas cosas



"Ya no tengo paciencia para algunas cosas, no porque me haya vuelto arrogante, sino simplemente porque llegué a un punto de mi vida en que no me apetece perder más tiempo con aquello que me desagrada o hiere. No tengo paciencia para el cinismo, críticas en exceso y exigencias de cualquier naturaleza. Perdí la voluntad de agradar a quien no agrado, de amar a quien no me ama y de sonreír para quien no quiere sonreírme. Ya no dedico un minuto a quien miente o quiere manipular. Decidí no convivir más con la pretensión, hipocresía, deshonestidad y elogios baratos. No consigo tolerar la erudición selectiva y la altivez académica. No me ajusto más con la barriada o el chusmerío. No soporto conflictos y comparaciones. Creo en un mundo de opuestos y por eso evito personas de carácter rígido e inflexible. En la amistad me desagrada la falta de lealtad y la traición. No me llevo nada bien con quien no sabe elogiar o incentivar. Las exageraciones me aburren y tengo dificultad en aceptar a quien no gusta de los animales. Y encima de todo ya no tengo paciencia ninguna para quien no merece mi paciencia"

Meryl Streep


(Mil gracias a Gemma)

domingo, 13 de julio de 2014

La rana sorda



Hace unos meses, José María me envío (mil gracias) una interesante historia que quiero compartir, se titula “La rana sorda”:

Un grupo de ranas viajaba por el bosque y, de repente, dos de ellas cayeron en un hoyo profundo. Todas las demás ranas se reunieron alrededor del hoyo.

Cuando vieron cuan hondo era el hoyo, le dijeron a las dos ranas   en el fondo que para efectos prácticos, se debían dar por muertas.

Las dos ranas no hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron tratando de saltar fuera del hoyo con todas sus fuerzas.

Las otras seguían insistiendo que sus esfuerzos serían inútiles. 
Finalmente, una de las ranas puso atención a lo que las demás decían y se rindió,  se desplomó y murió.

La otra rana continuó saltando tan fuerte como le era posible.

Una vez más, la multitud de ranas le gritaba y le hacían señas para que dejara de sufrir y que simplemente se dispusiera a morir, ya que no tenía caso seguir luchando.

Pero la rana saltó cada vez con más fuerzas hasta que finalmente logró salir del hoyo.

Cuando salió, las otras ranas le dijeron: "nos da gusto que hayas logrado salir, a pesar de lo que te gritábamos".

La rana les explicó que era sorda, y que pensó que las demás la estaban animando a esforzarse más y salir del hoyo. 
 

Moraleja :


1. La palabra tiene poder de vida y muerte. Una palabra de aliento a alguien que se siente desanimado puede ayudar a levantarlo y finalizar el día. 


2. Una palabra destructiva dicha a alguien que se encuentre desanimado puede ser lo que lo acabe por destruir. Tengamos cuidado con lo que decimos.


3. Una persona especial es la que se da tiempo para animar a otros.