lunes, 31 de mayo de 2010

De forma poética


Creo que existen dos maneras de hacer las cosas: de forma poética o de forma ordinaria.

En estas últimas semanas, dos personas me han hecho pensar sobre la poesía. Por un lado, María me enviaba (mil gracias) un artículo de El mundo que hablaba de una iniciativa, surgida en facebook, para crear un poema colectivo en homenaje a Mario Benedetti, en el aniversario de su muerte. La idea es que, de todos los rincones del mundo, se envíen mensajes que se irán colocando en el mausoleo del poeta. Me parece una iniciativa genial. La noticia está aquí.

Por otro lado, Laura me hizo llegar (mil gracias, también) un breve texto de Luis Antonio de Villena, titulado Poesía en todo. El autor, recordando un poema de Juan Bonilla –Encuentras poesía en todas partes-, habla de la necesidad de recordar que la poesía está a nuestro alrededor y se pregunta por qué, a veces, no sabemos encontrarla.

¿Tendremos que volver a aprender a mirar?

"Las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo", decía el fantástico profesor Keating de El club de los poetas muertos, "prosigue el poderoso drama y tú puedes contribuir con un verso". Pero, ¿cuáles son las palabras, las ideas, los versos que realmente cambian el mundo?, ¿cuáles son los actos que hacen de tu vida algo poético?

“Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse”, escribía Gabriel Celaya.


¿Haces de tu vida un acto poético?
En tus palabras, en tus ideas, en tus actos diarios,
¿cuántas veces te manchas?




martes, 25 de mayo de 2010

lunes, 17 de mayo de 2010

La gente que me gusta


La gente que me gusta - Mario Benedetti

"Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y lo hace.
Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias de sus acciones, la gente que arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien se permite huir de los consejos sensatos.
Me gusta la gente que es justa con su gente y consigo misma, la gente que agradece el nuevo día, las cosas buenas que existen en su vida, que vive cada hora con buen animo, dando lo mejor de si, agradecido de estar vivo y de poder regalar sonrisas, de ofrecer sus manos y ayudar sin esperar nada a cambio.
Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, pero sin lastimarme ni herirme. La gente que tiene tacto.
Me gusta la gente que posee sentido de la justicia. A estos los llamo mis amigos.
Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría y la predica, la gente que mediante bromas, nos enseña a concebir la vida con humor. La gente que nunca deja de ser aniñada.
Me gusta la gente que con su energía contagia. Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos razonables a las decisiones de cualquiera.
Me gusta la gente fiel y persistente, que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata.
Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza en reconocer que se equivocó o que no sabe algo. La gente que al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos. La gente que lucha contra adversidades. Me gusta la gente que busca soluciones.
Me gusta la gente que piensa y medita internamente. La gente que valora a sus semejantes, no por un estereotipo social ni como lucen. La gente que no juzga, ni deja que juzguen.
Me gusta la gente que tiene personalidad.
Me gusta la gente que es capaz de entender que el mayor error del ser humano, es intentar sacarse de la cabeza, aquello que no sale del corazón.
La sensibilidad , el coraje, la solidaridad , la bondad, el respeto, la tranquilidad, los valores, las alegrías, la humildad, la fe, la felicidad, el tacto, la confianza, la esperanza, el agradecimiento, los sueños, la humildad, el arrepentimiento, el amor propio y para los demás, son cosas fundamentales para llamarse GENTE. Con gente como esa me comprometo para lo que sea por el resto de mi vida, ya que por tenerlos junto a mi, me doy por bien retribuido."

lunes, 3 de mayo de 2010

El elefante en la oscuridad


El elefante en la oscuridad es un relato del poeta sufí Rumi. Cuenta que, una vez, llevaron al pueblo un elefante. En aquella zona, jamás habían visto un animal semejante y tenían tantas ganas de conocerlo que, aunque era de noche y estaba a oscuras, entraron en el establo para poder, al menos, percibir cómo era, a partir del tacto. Sin embargo, cada uno de ellos palpó una parte distinta y, al salir, lo iban describiendo a los demás: el que tocó la trompa, decía que un elefante era como una manguera; el que tocó una oreja, lo comparaba con un abanico; uno de ellos, que había tocado el lomo, los contradecía diciendo que era como un trono; el cuarto, que palpó una pata, decía que todos mentían puesto que el animal era como una columna; el que tocó la cola, lo describía como una cuerda con un plumero; y, por último, el que palpó un colmillo lo comparaba con una lanza. Empezaron una discusión. Todos afirmaban estar en posesión de la verdad y se acusaban mutuamente de locos o mentirosos. Terminaba, Rumi, diciendo que simplemente encendiendo una vela, hubieran podido darse cuenta de que cada uno de ellos veía, solamente, una parte de la realidad.

La vela, en este cuento, simboliza una conciencia iluminada.

Y tengo dos buenas noticias: la primera es que los otros ni están locos ni mienten, sencillamente ven una parte diferente de la realidad (uno de los problemas de vivir a oscuras). La segunda es que, aunque ahora vivas a oscuras, tú también tienes una vela. Y -cuando quieras- puedes encenderla. No lo olvides…