lunes, 26 de septiembre de 2016

De eso se trata




No se trata de ser bueno o malo.
Se trata de saber quién eres 
y por qué actúas como actúas.
No se trata de reír o llorar.
Se trata de descubrir qué se esconde 
tras cada una de tus emociones.
No se trata de que te miren o no te miren.
Se trata de que te mires tú, 
de que te cuides tú, 
de que te quieras tú.
No se trata de lo que hacen los otros.
Se trata de lo que haces tú.
Desde dónde lo haces.
Cómo lo haces.
Para qué lo haces.
De eso se trata…

(Elena Almirall Arnal)


* (Imagen de Egor Shapovalov)

miércoles, 21 de septiembre de 2016

lunes, 19 de septiembre de 2016

Doce años después



Doce años después
(Del libro: “101 cuentos clásicos de la India”, recopilación de Ramiro Calle)

«Era un joven que había decidido seguir la vía de la evolución interior. Acudió a un maestro y le preguntó:

- Guruji, ¿qué instrucción debo seguir para hallar la verdad, para alcanzar la más alta sabiduría? El maestro le dijo:

- He aquí, jovencito, todo lo que yo puedo decirte: todo es el Ser, la Conciencia Pura. De la misma manera que el agua se convierte en hielo, el Ser adopta todas las formas del universo. No hay nada excepto el Ser.
Tú eres el Ser. Reconoce que eres el Ser y habrás alcanzado la verdad, la más alta sabiduría.

El aspirante no se sintió satisfecho. Dijo:

- ¿Eso es todo? ¿No puedes decirme algo más?

- Tal es toda mi enseñanza -aseveró el maestro-. No puedo brindarte otra instrucción.

El joven se sentía muy decepcionado, pues esperaba que el maestro le hubiese facilitado una instrucción secreta y algunas técnicas muy especiales, incluso un misterioso mantra. Pero como realmente era un buscador genuino, aunque todavía muy ignorante, se dirigió a otro maestro y le pidió instrucción mística. Este segundo maestro dijo:

- No dudaré en proporcionártela, pero antes debes servirme durante doce años. Tendrás que trabajar muy duramente en mi ashram (comunidad espiritual). Por cierto, hay un trabajo ahora disponible. Se trata de recoger estiércol de búfalo.

Durante doce años, el joven trabajó en tan ingrata tarea. Por fin llegó el día en que se había cumplido el tiempo establecido por el maestro.
Habían pasado doce años; doce años recogiendo estiércol de búfalo. Se dirigió al maestro y le dijo:

- Maestro, ya no soy tan joven como era. El tiempo ha transcurrido. Han pasado una docena de años. Por favor, entrégame ahora la instrucción.

El maestro sonrió. Parsimoniosa y amorosamente, colocó una de sus manos sobre el hombro del paciente discípulo, que despedía un rancio olor a estiércol. Declaró:

- Toma buena nota. Mi enseñanza es que todo es el Ser. Es el Ser el que se manifiesta en todas las formas del universo. Tú eres el Ser.

Espiritualmente maduro, al punto el discípulo comprendió la enseñanza y obtuvo iluminación. Pero cuando pasaron unos momentos y reaccionó, dijo:

- Me desconcierta, maestro, que tú me hayas dado la misma enseñanza que otro maestro que conocí hace doce años. ¿Por qué habrá sido?

- Simplemente, porque la verdad no cambia en doce años, tu actitud ante ella, sí.

Cuando estás espiritualmente preparado, hasta contemplar una hoja que se desprende del árbol puede abrirte a la verdad. »


lunes, 12 de septiembre de 2016

Como si no hubiera un mañana


(Imagen de Miguel Santos)


Hoy escuché una frase que me encantó: “Tenemos que dejar de poner nombre a las cosas”. Lo decía una persona que estaba extasiada oliendo la hierba mojada, cuando otra le contaba que dicho olor era debido a tal cosa y a tal otra, nombrando y explicando con detalle cada una de ellas. En resumen, venía a decir que le dejara disfrutar del olor de la hierba mojada y no le mareara con tantos rollos.

Me gustó. Mucho. Porque, al fin y al cabo, ¿qué más da por qué sale el arcoíris?, ¿por qué habría que buscar una explicación a un cielo estrellado?, ¿a quién le importa en qué tono silba el ruiseñor?

Es urgente volver a conectarse con los sentidos. Hay que cerrar los ojos y oler la hierba. Hay que taparse los oídos y mirar el cielo. Hay que escuchar el canto del pájaro. Oler, ver, escuchar, tocar. Como si no hubiera un mañana. Porque, en realidad, no lo hay…