lunes, 1 de diciembre de 2014

Me hubiera gustado

(Imagen de Simonas Valatka)


Me hubiera gustado descubrir antes que todas las emociones son válidas. Me hubiera gustado que alguien me dijera que en algún momento sentiría una tristeza que me partiría en dos, una ira que me provocaría estallidos, un odio que me oscurecería el corazón o un miedo que atenazaría todos los músculos de mi cuerpo. Pero me contaron que esas eran emociones prohibidas, que estaba feo sentirlas, que una persona “buena” no podía vivirlas.
Y, así, pasó que cuando sentí tristeza pensé que debía borrarla, cuando sentí ira me avergoncé de mí misma, cuando sentí odio hubiera querido morirme y cuando sentí miedo me quedé paralizada. Y oculté todas las emociones oscuras para que no dejaran de quererme –para no dejar de quererme-, para hacer creer al mundo que no eran propias de mí, engañándome –evidentemente- solo a mí misma.

Hasta que un día comprendí que la ira, el odio, el miedo o la tristeza formaban parte de mí y que era necesario conocerlas y vivirlas porque también tenían mucho que enseñarme. Pero, ¿cómo vivirlas sin dejarme atrapar por ellas? En mi caso, lo primero fue reconocerlas. Y eso -tengo que confesarlo- fue un shock. Yo, “tan buena”, resultaba que sentía odio en lo más profundo de mi ser. Lo segundo fue no juzgarlas, ni juzgarme. Simplemente decir, ok, aquí está el odio. Me fue muy útil el poema de Rumi que colgué hace unos días, pues lo tercero consistió en comprender que tenían algo que contarme. Y después de pararme, reconocer, no juzgar y comprender, me di cuenta de que la emoción se desvanecía –se iba igual que había venido- y de que me invadía una paz nueva. Una paz hecha de comprensión, compasión y empatía. Por mí misma y por los otros.

Pensamos que debemos ser perfectos y creemos que la perfección supone estar exentos de oscuridad. Así, nos olvidamos de que somos humanos y de que, justamente por eso, tendremos momentos de luz y de sombra, pero solamente (re-)conociendo ambos aspectos de nuestra personalidad, tendremos la posibilidad de elegir, llegado el momento, hacia dónde queremos caminar. Ya que, en realidad, nuestro verdadero Ser está más allá –mucho más allá- de luces y de sombras.


16 comentarios:

  1. Que bonito Super Helen !!!! Muchas gracias y espero llegar ahi algun día,
    Maraya

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Maraya!!!!! Qué ilusión tu comentario. Yo también espero llegar ahí algún día ;-) porque no es un estado permanente (aún!!!!) sino un trabajo constante… En ello estamos y tú eres una de mis grandes compañeras de camino. Love you!!! Un abrazo enorme.

      Eliminar
  2. Es realmente profundo y hermoso. Se nota que nace del corazón. Gracias por compartir tu interior con nosotros, eso te hace grande. Mil besos :-*

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias a ti, Elena, por tu apoyo y cariño constante. Un abrazo inmenso.

      Eliminar
  3. Respuestas
    1. Gracias a ti por la visita y el comentario, Priscila. Un beso grande.

      Eliminar
  4. Interesante y sincero.
    Un placer conocerte,


    Besos
    tRamos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Igualmente, Tramos. Gracias por la visita y el comentario. Besos.

      Eliminar
  5. Gracias. Tres hurrassss y una ola gigante para la tristeza, el odio y el miedo pues.....Estamos vivooosssss!!!!!

    ResponderEliminar
  6. Es curioso y vuelvo a contarlo cuando te visito siempre encuentro una respuesta o una señal de que el camino en el que transito es el correcto. Un brindis por estar vivos. un saludo y gracias Elena.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Brindo contigo, Leonor, y te agradezco la compañía y el cariño que siempre traes en tus visitas. Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  7. Una reflexión que agradecerte, Elena. Tan atinada como siempre oportuna.

    ResponderEliminar
  8. Me encanta, Elena.
    Es una preciosidad de texto. Claro como la mente que empieza a alcanzar la transparencia, directo como la persona que integra lo que va con ella y tierno como el junco que sabe que la flexibilidad conlleva mirar el entorno sin tanto juicio.
    Todos somos iguales, todos estamos en el mismo punto. ¿Cómo puede ser que no enseñen en los colegios que la perfección es justamente el mal del ser humano? La perfección que nos han enseñado conlleva rigidez, negación, mentira, dureza y sumisión. ¿Hacia donde queremos andar?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Inma!!! Buena pregunta, deberíamos plantearnos hacia dónde queremos andar. Y abandonar esa perfección que se basa en la exigencia constante, con uno mismo y con los otros. Reconocer y aceptar nuestra humanidad. Y es básico enseñarlo desde bien pequeñitos porque luego llegas a los cuarenta y tantos y empiezas a ver la de tiempo que te has castigado por no encajar en las expectativas de no sé quien… ufff, qué complicado nos lo ponemos. Un beso enorme.

      Eliminar

Tu comentario es una buena noticia...