(Imagen de Thezgi)
Lo reconozco, los libros son mi vicio. Me
puedo pasar horas en una librería y, normalmente, salgo con una montaña de volúmenes que después
me las veo y me las deseo para colocar en la biblioteca de mi casa.
Pero hoy he hecho algo diferente. Hoy he ido a una librería y
he comprado un libro. Sólo uno. Un libro de poesía.
Y me he dado cuenta de algo: cuando llego a casa con una
montaña de libros, los miro, los dejo en una pila para leer y ahí se quedan. En cambio
hoy, he llegado a casa, me he sentado en el sofá, he abierto el libro por una
página cualquiera y he empezado a disfrutar de su lectura. Me sentía
completamente feliz. Después lo he cerrado, para saborear el rastro de belleza
que han dejado en mi alma las palabras leídas. He acariciado
la cubierta, pasando mi dedo sobre las letras que sobresalían ligeramente. He
pensado en la persona que escribió esos textos y en como, por un momento, ella
y yo estábamos unidas por un hilo mágico, de su corazón al mío. Me he tomado un
tiempo para disfrutar de esa conexión, para sentir cómo me hablaba al oído y
cómo sus palabras se mezclaban con mi sangre, pasando a formar parte de mi
esencia. He vuelto a abrir el libro al azar y he leído dos o tres poemas más.
En voz alta, para que entraran por los ojos y por los oídos, para empaparme más
aún de su belleza. Todo muy lenta y amorosamente. Por último, he inspirado profundamente. He sonreído. He dejado el libro
sobre la mesa y he regresado a mi vida.
He regresado a mi vida, sí, pero sintiéndome de alguna forma
transformada por ese momento en el que la lectura era todo lo que importaba.
En el que palabras, escritora y lectora desaparecían en el hermoso acto de
leer, de disfrutar de un libro. No había un yo que leía, por un instante, sólo había lectura.
He regresado a mi vida pero he tomado una decisión: por mucho
que me cueste, nunca más voy a volver a comprar una montaña de libros. Compraré
los libros de uno en uno. Y amaré los libros de uno en uno. Porque eso es lo
que se merece el escritor. Porque eso se merecen las palabras. Y porque eso se
merece quien las lee. Compraré un libro como quien compra un tesoro. Compraré
un libro sabiendo que ES un tesoro.
Sin los libros no sería quien soy, y no soy nada especial, pero ellos me han hecho soñar, reir, llorar, emocionarme y me han enseñado a vivir, a vivir bien, sobre todo en los momentos de mayor oscuridad. ¿os imagináis un mundo sin libros? !Que horror!
ResponderEliminar¡¡No me lo puedo imagina, Mónica!! A mí me pasa como a ti, los libros son una parte importantísima de mi vida. Un abrazo.
EliminarTotalmente de acuerdo. Los libros, especialmente 3 fueron hitos en mi vida.
EliminarPor qué no nos cuentas cuáles fueron, Anónimo.... Me encantaría saberlo, si quieres...
EliminarUn abrazo.
Comprare libros:uno.y amare los libros de uno en uno.me siento identificada con esta reflexion.,ya que a mi me sucede lo anterior.muy interesante y sabia reflexion.Senti las sensaciones que describen en relacion al contacto con ese libro,el mismo sentirlo como un tesoro.Garacias por estar siempre con la misma conexion que uno se replantea.gracias mil.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, Martina. Un abrazo.
EliminarAcabo de descubrir tu pequeño espacio para desconectar y decir lo que piensas. Llevo años comprándome libros de uno en uno y cada uno de ellos forma parte de algo especial en mí. Me siento totalmente identificada con tus palabras...
ResponderEliminarMuchísimas gracias por la visita y el comentario, Beatriz. Bienvenida. Un abrazo fuerte.
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