dedicada a mi amiga M.,
para que nunca deje de brillarle la mirada...
Me gusta contar historias cercanas, porque están tan cerquita que me tocan profundamente el corazón. Hoy quiero hablar de mi amiga M. Mi amiga M. tiene alrededor de 60 años. Trabaja en el mercado. Sus hijos son mayores y hace mucho mucho que se separó. Mi amiga M. no ha tenido pareja desde entonces. Es una mujer divertida, estupenda y muy pero que muy potente.
Este verano mi amiga M. se ha ido a pasar una semana de vacaciones a una isla. Y, allí, ha conocido a un hombre. "Un hombre que me escucha", me dijo. Un hombre que no sólo la ha escuchado sino que también la ha cuidado y la ha valorado. Un hombre que la ha llevado a ver el amanecer en la playa, y le ha servido cava en copas de cristal. Un hombre que le ha hecho reír y que le ha respetado sus momentos, tanto los de soledad como los de compañía. Un hombre que le ha regalado una ilusión.
Mi amiga M. ha regresado nueva a Barcelona. Y le salen chispitas de los ojos. Y me cuenta que él la llama casi cada día y que ya han hecho planes para que venga un fin de semana a verla. Mi amiga M. está preciosa. Y, de verdad, le salen chispitas de los ojos.
Y, a mí, me hace muy feliz verla tan feliz. Y me hace muy feliz poder contarlo. Porque, a veces, parece que la vida se nos acabe a cierta edad. Y me alegra saber que no es verdad. Que la vida está llena de sorpresas, que siempre hay tiempo para ilusionarse, y que, cuando menos te lo esperas, tus sueños se hacen realidad (y que conste que no hablo, solamente, del amor). Mi amiga M. está viviendo un sueño que ni siquiera se atrevió a soñar. Mañana te puede pasar también a ti. Así que... abre bien los ojos. Y abre también, de par en par, tu corazón.