sábado, 11 de octubre de 2014

Malala y Kailash, premio Nobel de la Paz 2014




La paquistaní Malala Yousafzai, la joven a la que los talibanes dispararon a la cabeza en 2012 por defender la escolarización de las mujeres, y el activista indio Kailash Satyarthi han sido galardonados este viernes con el Nobel de la Paz 2014 "por su lucha contra la opresión de los niños y los jóvenes y por el derecho de todos los niños a la educación", según ha anunciado el Comité Nobel Noruego.

"Los niños deben ir a la escuela y no ser explotados financieramente", ha defendido el Comité Nobel, subrayando que "en los países pobres, el 60% de la población actual tiene menos de 25 años". Según ha explicado al realizar el anuncio el presidente del Comité Nobel Noruego, Thorbjon Jagland, se ha considerado "un punto importante que un hindú y una musulmana, un indio y una paquistaní, se unan en la lucha común por la educación y contra el extremismo". Tras resaltar que gracias a la lucha también de otras personas e instituciones - hay 78 millones menos de niños que trabajan en el mundo que en el año 2000, aunque todavía hay 168 millones - el Comité Nobel Noruego ha incidido en que "la lucha contra la opresión y por los derechos de los niños y adolescentes contribuye a la realización de la 'fraternidad entre naciones' que Alfred Nobel menciona en su testamento como uno de los criterios para el Nobel de la Paz".

En el caso de Satyarthi, ha resaltado que "mostrando gran valor personal" y siguiendo la tradición de Gandhi, "ha liderado varias formas de protesta y manifestación, todas pacíficas, centrándose en la grave explotación de los niños para obtener beneficios financieros". Asimismo, "ha contribuido al desarrollo de importantes convenciones internacionales sobre los derechos de los niños". Kailash Satyarthi, ingeniero informático indio que hace 28 años abandonó el ordenador para denunciar a las multinacionales que en su país explotan a niños de entre 5 y 12 años de edad, encabeza la organización Global March, que ha liberado de la esclavitud empresarial a unos 80.000 niños en más de 160 países.

En cuanto a Malala, "pese a su juventud", lleva años luchando "por el derecho de las niñas a la educación y ha mostrado con su ejemplo que los niños y los jóvenes también pueden contribuir a mejorar sus propias situaciones". Además, ha resaltado el Comité Nobel, "lo ha hecho bajo las más peligrosas circunstancias". "Mediante su lucha heroica se ha convertido en una destacada portavoz de los derechos de las niñas a la educación", ha añadido.

Malala, que acaba de cumplir 17 años, alcanzó notoriedad cuando el Ejército paquistaní echó a los talibanes del valle del Swat en 2009. Se supo entonces que ella era la autora de un diario en el que contaba cómo era la vida bajo el control de los extremistas y que se difundía en la web de la BBC en urdu. Bajo el seudónimo de Gul Makai y desde los 11 años, Malala había relatado con gran candor cómo iban aumentando las restricciones hasta que finalmente cerraron todas las escuelas de niñas.

“Los talibanes han emitido una fetua que prohíbe ir a la escuela a todas las niñas”, escribió en una de las entradas. “[Hoy] sólo asistieron a clase 11 de las 27 alumnas. (…) Mis tres amigas se han ido a Peshawar, Lahore y Rawalpindi con sus familias después del edicto”. La angustia que viven las pequeñas se cuela cuando relata que una compañera le ha preguntado: “Por el amor de Dios, dime la verdad, ¿van a atacar nuestra escuela los talibanes?”.

No era un miedo irracional. Un informe publicado por el Ejército en aquellas fechas aseguraba que los talibanes habían decapitado a 13 niñas, destruido 170 escuelas y colocado bombas en otras cinco. Cuando los militares pusieron fin a la tiranía de los talibanes en Swat, Malala utilizó su repentina fama para promover el derecho a la educación, con especial énfasis en las chicas. Su activismo, dando conferencias en escuelas de todo el país, fue reconocido por el Gobierno, pero no cayó bien entre los extremistas que, tras haberla amenazado en varias ocasiones, el 9 de octubre de 2012 intentaron asesinarla.

Ni siquiera esa experiencia traumática ha apartado a Malala de su objetivo. Una vez recuperada en el Reino Unido, donde fue acogida con su familia, ha seguido promoviendo el derecho a la educación de las niñas. Justo ahora acaba de sacar una versión infantil de su libro Yo soy Malala (Alianza Editorial, 2013). Su actitud le ha granjeado el aplauso internacional. El año pasado recibió el premio Sajarov de la Unión Europea y ya estuvo nominada para el Nobel de la Paz; también fue invitada a hablar ante la Asamblea General de la ONU, que declaró el día de su cumpleaños, el 12 de junio, Día de Malala.

Sin embargo, no son sólo los talibanes, con su estrechez de miras y su temor a que la educación aleje a la gente de sus postulados, a quienes molesta Malala. Las escuelas privadas de Pakistán prohibieron su libro. Los responsables arguyeron que no es bastante respetuosa con el islam porque cuando menciona el nombre del profeta Mahoma no añade de seguido la expresión “que la paz sea con él”, como es habitual entre los musulmanes piadosos. Un mero pretexto que esconde desde el temor a represalias de los extremistas hasta meros celos, pasando por la ausencia de verdadera voluntad política para cambiar un país atenazado por la pobreza y la degeneración social.


(Artículo de El País)

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