El otro día andaba pensando en lo bueno que sería si consiguiéramos no personalizar. Trataré de explicarme: hablaba con una amiga y
estábamos analizando sus problemas sentimentales. Ella dijo una frase que me
llamó la atención: “Fíjate lo que me ha hecho”. Entonces, se me ocurrió que si
a esa frase le quitáramos el “me”, la situación ya no le resultaría tan
dolorosa. Se lo comenté. Le pregunté: ¿por qué crees que “te” ha hecho algo “a
ti”? Quizás es simplemente su forma de actuar y resultó que tú estabas en medio.
Tal vez, si te quitas de ahí, si no te lo tomas como algo personal, como algo
que “te” ha hecho alguien -concretamente a ti-, entonces, dejarás de sufrir y podrás empezar a comprender.
Unos días después, llegó a mis manos un texto de Thomas
Merton titulado “El bote vacío”, del que quiero compartir unas líneas:
El
camino para apartarse de la confusión
y
quedar libre del dolor
es
vivir en el Tao,
en
la tierra del gran Vacío.
Si
un hombre está cruzando un río,
y un
bote vacío choca con su esquife,
por
muy mal genio que tenga
no
se enfadará demasiado;
pero
si ve en el bote a un hombre,
le
gritará que se aparte.
Si
sus gritos no son escuchados,
volverá
a gritar una y otra vez,
y
empezará a maldecir.
Y
todo porque hay “alguien” en el bote.
No
obstante, si el bote estuviera vacío,
no
estaría gritando, ni estaría irritado.
SI
UNO PUEDE VACIAR EL PROPIO BOTE,
QUE
CRUZA EL RÍO DEL MUNDO,
NADIE
SE LE OPONDRÁ,
NADIE
INTENTARÁ HACERLE DAÑO.
(…)
ASÍ
ES EL HOMBRE PERFECTO:
SU
BOTE ESTÁ VACÍO.
Así que, a partir de ahora, voy a intentar apartar la confusión, voy a tratar de quitar el “me” de mis frases. A partir de ahora, voy
a intentar vaciar el bote y navegar mucho más ligera de equipaje.