(Imagen a través de The eyes of the children around the world)
Este verano me han sucedido muchas cosas bonitas pero, entre
todas ellas, quiero destacar dos que, además, me han llevado a una misma
reflexión. La primera es el nacimiento de mi nueva sobrina, Lua. Evidentemente,
el bebé más precioso del planeta ;-). La segunda es la lectura de un gran libro
que inmediatamente ha pasado a formar parte de mis libros de cabecera, “Biografía del silencio”, de Pablo d’Ors.
Este libro, que es pequeño de tamaño pero grande en
contenido, explica la relación de su autor con la meditación. Cómo y por qué
empezó a meditar y algunas de las reflexiones que le han ido surgiendo por el
camino. En mi opinión, es un libro imprescindible. Para los que meditan y para
los que no lo hacen, porque es un manual de vida, porque nos da pistas para
despertar, porque nos enseña a caminar con amor.
Como decía, tanto el nacimiento de mi sobrina como la lectura
de la “Biografía del silencio” me condujeron a una reflexión. Mirando a Lua
pensé que, en este preciso y precioso momento, tiene la mirada pura, limpia de
prejuicios o esquemas y que su realidad está todavía “en blanco”. Y sentí una
punzada de nostalgia que volvió poco después, leyendo el libro de Pablo d’Ors: "Si
todo lo que vivo y veo no me sorprende es porque, mientras emerge, o antes
incluso de que lo haga, lo he sometido a un prejuicio o esquema mental,
imposibilitando de este modo que despliegue ante mí todo su potencial."
Este tema no es nuevo, ya lo he comentado alguna vez pero,
como todas aquellas cosas que debemos aprender y no aprendemos, vuelve y vuelve
para recordarme la importancia de su enseñanza, para que no la olvide, para que
la tenga en cuenta. Y supongo –una buena noticia- que seguirá reapareciendo hasta
que consiga aprenderla. Así pues, dedicaré este mes de septiembre a borrar
esquemas y prejuicios, a limpiar mi mirada, a acoger todo lo que venga –como
decía María Zambrano- “en estado naciente”. Para que todo vuelva a ser nuevo,
para que las cosas no dejen de sorprenderme, para no dar por hecho nada pero tampoco a nadie.
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