Marina me envía (mil gracias!!!) una imagen que me ha enamorado: el sembrador de estrellas. El texto que la acompaña dice: “El sembrador de estrellas es una estatua que está en Kaunas (Lituania). Durante el día puede pasar desapercibida, como muestra la foto. Un bronce más, herencia de la época soviética. Pero cuando llega la noche, la estatua justifica su título y su nombre pasa a tener sentido…”
Me ha gustado. Porque, a veces, se me olvida lo hermosa que es la generosidad por la generosidad. El valor de la acción, con un total y absoluto desapego por los frutos de la misma.
Dice el texto que debemos aprender a ver en las sombras tanto como en la luz. Y su recomendación final es: “No dejes de sembrar estrellas, aunque a simple vista no se vean”.
La sabiduría popular nos recuerda que “quien siembra vientos, recoge tempestades” y nos aconseja plantar buenas semillas para recoger cosechas hermosas. Pero lo que me llama la atención es que siempre exista una contrapartida. Me explico, parece que si no fuera porque luego recogeremos una buena cosecha, no valdría la pena sembrar dichas semillas. Y me pregunto, ¿es qué el ser humano siempre necesita una “recompensa” para que le “salga a cuenta” actuar desde el corazón?
Por eso me ha encantado este sembrador de estrellas. Porque parece que, en un acto de generosidad suprema, se siente feliz sencillamente por sembrar estrellas, por crear un camino luminoso en la noche oscura, por brindar claridad a los corazones en tinieblas. Y no se plantea qué será lo que recibirá a cambio o si valdrá la pena hacerlo. Es más, siembra también durante el día, a pesar de que nadie lo vea, aunque pueda parecer un loco. Sencillamente… siembra estrellas.
La sabiduría popular nos recuerda que “quien siembra vientos, recoge tempestades” y nos aconseja plantar buenas semillas para recoger cosechas hermosas. Pero lo que me llama la atención es que siempre exista una contrapartida. Me explico, parece que si no fuera porque luego recogeremos una buena cosecha, no valdría la pena sembrar dichas semillas. Y me pregunto, ¿es qué el ser humano siempre necesita una “recompensa” para que le “salga a cuenta” actuar desde el corazón?
Por eso me ha encantado este sembrador de estrellas. Porque parece que, en un acto de generosidad suprema, se siente feliz sencillamente por sembrar estrellas, por crear un camino luminoso en la noche oscura, por brindar claridad a los corazones en tinieblas. Y no se plantea qué será lo que recibirá a cambio o si valdrá la pena hacerlo. Es más, siembra también durante el día, a pesar de que nadie lo vea, aunque pueda parecer un loco. Sencillamente… siembra estrellas.
Me ha gustado. Porque, a veces, se me olvida lo hermosa que es la generosidad por la generosidad. El valor de la acción, con un total y absoluto desapego por los frutos de la misma.
Starwalker