"Defender la alegría como un principio... defender la alegría como una bandera... defender la alegría como un destino... defender la alegría como una certeza... defender la alegría como un derecho" (Mario Benedetti)
Hoy quiero compartir una canción que acabo de descubrir y que
me ha recordado que, en verdad, el único peligro posible es…. llegar a no
sentir nada. El perfume de las flores, el olor de la ciudad, el sonido de las
motos, el sabor de una pizza, el latido de un corazón dentro del pecho, la
pasión que hace crecer un proyecto…
Me gusta la idea de que el mundo se mantiene
unido solamente gracias a aquellos que aún tienen el valor de enamorarse... (porque.... parece ser que, hoy en día, hay que tener valor para enamorarse...).
Pues eso... ¡¡GRACIAS A AQUELLOS QUE AÚN TIENEN EL VALOR DE ENAMORARSE!!
Yo
sé que no estoy solo
Ni
siquiera cuando estoy solo
Yo
sé que no estoy solo
Yo
sé que no estoy solo
Ni
siquiera cuando estoy solo
Bajo
un cielo de estrellas y satélites
Entre
los culpables, las victimas y los supervivientes
un
perro le ladra a la luna
un
hombre observa su mano
se
parece a la de su padre
cuando
de niño
lo
tomaba como si nada y lo alzaba (hacia arriba)
era
bello el panorama visto desde lo alto
se
lanzaba -a hacer- las cosas sin pensar
su
mano era pequeñita pero agarraba el mundo entero
ahora
la ciudad es una película extranjera sin subtítulos
las
escaleras -para subir- son resbaladizas, resbaladizas, resbaladizas
el
hielo sobre las cosas
la
televisión dice que las calles son peligrosas
pero
el único peligro que siento verdaderamente
es
aquel de no poder sentir más nada
el
perfume de las flores, el olor de la ciudad
el
sonido de las motos, el sabor de la pizza
las
lágrimas de una madre, las ideas de un estudiante
los
posibles cruces en una plaza
de
estar con las antenas alzadas hacia el cielo
Yo
sé que no estoy solo
Ni
siquiera cuando estoy solo
Yo
sé que no estoy solo
y
rio y lloro y me fundo con el cielo y con el fango
yo
sé que no estoy solo
ni
siquiera cuando estoy solo
yo
sé que no estoy solo
y
rio y lloro y me fundo con el cielo y con el fango
la
ciudad es una película extranjera sin subtítulos
una
olla que cocina trozos de diálogos
cómo
estas, cuánto cuesta, qué hora es
qué
sucede, qué se dice, quién se cree
y
entonces nos vemos
uno
se siente solo en el papel de víctima
y te
vuelves un apestado cuando te equivocas
un
cartel -publicitario- de seis metros dice “Todo gira a tu alrededor”
pero
mirando a tu alrededor ves que no hay nada
un
mundo viejo que se mantiene unido solo gracias a aquellos que
aún
tienen el valor de enamorarse
y
una música que bombea sangre en las venas
dando
ganas de despertarse y levantarse
dejar
de lamentarse
porque
el único peligro que sientes verdaderamente
es
aquel de no poder sentir más nada
de
no poder sentir más nada
el
latido de un corazón dentro del pecho
la
pasión que hace crecer un proyecto
el
apetito, la sed, la evolución en acto
la
energía que se genera en un contacto
Yo
sé que no estoy solo
Ni
siquiera cuando estoy solo
Yo
sé que no estoy solo
y
rio y lloro y me fundo con el cielo y con el lodo
Yo
sé que no estoy solo
Ni
siquiera cuando estoy solo
Yo
sé que no estoy solo
y
rio y lloro y me fundo con el cielo y con el lodo
Hay algo que no entiendo. Bueno, en realidad hay muchas cosas
que no entiendo pero hay algunas que me preocupan más que otras. Y una de esas
cosas que me preocupa –y mucho- son los recortes que el gobierno está haciendo
en sanidad, en cultura, en educación. Siempre he pensado que la base de un “país”
fuerte es una buena sanidad, educación y cultura; unos ciudadanos libres y
capaces de pensar y de elegir por sí mismos. Pero parece ser que eso no interesa.
No lo entiendo. Llamadme “naïf” pero, de verdad, no lo entiendo. Sí, ya sé que
los intereses de unos pocos pesan más que los de todos, ya sé que los mercados
dominan la política, ya sé que no quieren que la gente piense sino sólo que
consuma. Lo que no sé es cómo hemos llegado hasta aquí. Lo que no entiendo es
en qué punto nos despistamos de las cosas que realmente importan.
Pero… lo que sí tengo claro es que, de una forma u otra,
todos somos cómplices de lo que sucede (aunque sólo sea por todas las veces que
miramos hacia otro lado). Y que podemos –debemos- parar y preguntarnos cuál es
nuestra parte de responsabilidad en todo ello, de qué forma podemos ayudar a
que las cosas cambien.
La buena noticia es que existen opciones. Sólo necesitamos conocerlas. E
implicarnos…
En el ámbito de la Sanidad, el otro día leí en el facebook de
Jorge que existe una plataforma llamada “YO SI sanidad universal”, a través de
la cual una serie de usuarios y trabajadores del Sistema Nacional de Salud
están organizando una campaña de desobediencia civil frente a la reciente
reforma sanitaria que supone la exclusión de cientos de miles de personas del
derecho a recibir atención sanitaria y el repago de medicamentos y de ciertas
prestaciones sanitarias. Su objetivo es que se vuelva a garantizar el acceso a
la sanidad a toda la población sin excepciones. Para informarte y/o participar,
haz click aquí.
En el ámbito de la Educación, existen hoy en día alternativas
muy interesantes, cuyo objetivo no es que el niño consiga un currículum importante
sino que pueda desarrollar sus capacidades individuales, respetándose a sí
mismo y a sus compañeros y aprendiendo a su ritmo, sin más expectativa que su
propia felicidad. Una de ellas es el método Montessori, que podéis conocer a
través del magnífico blog de Celine y Luis: Montessori hoy. Otra alternativa
destacada es el método Waldorf, diseñado por el filósofo Rudolf Steiner (más información
aquí).
Sobre este tema, Judit me envió hace unos días una película
que me ha impactado. Se titula “La Educación Prohibida” y, además de ser
sumamente interesante y esperanzadora, nos recuerda que el amor es lo único que
necesita el ser humano.
A raíz de ello, me surgió una pregunta: ¿cuántos profesores
aman a sus alumnos?, ¿cuántos médicos a sus pacientes?, ¿cuántos políticos a
los ciudadanos que les han elegido? Podría seguir con mis preguntas pero creo
que vuelvo a estar apuntando hacia fuera y, quizás, la única pregunta realmente
útil es: ¿cuánto me implico en lo que sucede?, ¿cuánto amor doy yo a los que
me rodean?
“El secreto es la mirada de cada ser humano sobre los otros”
dicen en esta película. No dejéis de verla.