(Imagen de I. Anton)
Quería encontrar un texto especial para terminar y empezar el
año y descubrí este escrito del monje benedictino Mamerto Menapace. Me pareció
que era justo lo que estaba buscando:
“Mi percepción, a medida que envejezco, es que NO HAY AÑOS
MALOS. Hay años de fuertes aprendizajes y otros que son como un
recreo, pero malos no son. Creo firmemente que la forma en que se debería
evaluar un año tendría más que ver con cuánto fuimos capaces de amar, de
perdonar, de reír, de aprender cosas nuevas, de haber desafiado nuestros egos y
nuestros apegos. Por eso, no debiéramos tenerle miedo al sufrimiento ni al
tan temido fracaso, porque ambos son sólo instancias de aprendizaje.
Nos cuesta mucho entender que la vida y el cómo vivirla
dependen de nosotros; el cómo enganchamos con las cosas que no queremos,
depende sólo del cultivo de la voluntad. Si no me gusta la vida que tengo,
deberé desarrollar las estrategias para cambiarla, pero está en mi voluntad el
poder hacerlo.
"SER FELIZ ES UNA DECISIÓN", no nos olvidemos de
eso.
Entonces, con estos criterios, me preguntaba qué tenía que
hacer yo para poder construir un buen año, porque todos estamos en el camino de
aprender todos los días a ser mejores y de entender que a esta vida vinimos a
tres cosas: a aprender a amar, a dejar huella y a ser felices. En esas tres cosas debiéramos trabajar todos los días, el
tema es cómo; y creo que hay tres factores que ayudan en estos puntos:
1. Aprender a amar la responsabilidad como una instancia de
crecimiento. El trabajo sea remunerado o no, dignifica el alma y el espíritu y
nos hace bien en nuestra salud mental. Ahora el significado del cansancio es
visto como algo negativo de lo cual debemos deshacernos y no como el privilegio
de estar cansados porque eso significa que estamos entregando lo mejor de
nosotros. A esta tierra vinimos a cansarnos...
2. Valorar la libertad como una forma de vencerme a mí mismo
y entender que ser libre no es hacer lo que yo quiero. Quizás deberíamos ejercer nuestra libertad haciendo lo que
debemos con placer, y decir que estamos felizmente agotados y así poder amar
más y mejor.
3. El tercer y último punto a cultivar es el desarrollo de la
fuerza de voluntad, ese maravilloso talento de poder esperar, de postergar
gratificaciones inmediatas, en pos de cosas mejores.
HACERNOS CARIÑO y tratarnos bien como país y como familia,
saludarnos en los ascensores, saludar a los guardias, a los choferes de los
micros, sonreír por lo menos una o varias veces al día. QUERERNOS.
CREAR CALIDEZ dentro de nuestras casas, hogares, y para eso
tiene que haber olor a comida, cojines aplastados y hasta manchados, cierto
desorden que acuse que ahí hay vida. Nuestras casas independientes de los
recursos se están volviendo demasiado perfectas que parece que nadie puede
vivir adentro.
Tratemos de crecer en lo espiritual, cualquiera sea la visión
de ello. La trascendencia y el darle sentido a lo que hacemos, tiene que
ver con la inteligencia espiritual.
Tratemos de dosificar la tecnología y demos paso a la
conversación, a los juegos "antiguos", a los encuentros familiares, a
los encuentros con amigos, dentro de casa. Valoremos la intimidad, el calor y
el amor dentro de nuestras familias.
Si logramos trabajar en estos puntos - y yo me comprometo a
intentarlo -, habremos decretado ser felices, lo cual no nos exime de los
problemas, pero nos hace entender que la única diferencia entre alguien feliz o
no, no tiene que ver con los problemas que tengamos, sino que con la ACTITUD con
la cual enfrentemos lo que nos toca.
Dicen que las alegrías, cuando se comparten, se agrandan. Y
que, en cambio, con las penas pasa al revés: Se achican. Tal vez lo que
sucede, es que AL COMPARTIR, LO QUE SE DILATA ES EL CORAZÓN. Y un corazón
dilatado esta mejor capacitado para gozar de las alegrías y mejor defendido
para que las penas no nos lastimen por dentro.”
¡Feliz Año Nuevo!