lunes, 9 de diciembre de 2013

Cosas... ¿de niños?

(Imagen de Gede Lila Kantiana)

Los que seguís este blog ya sabéis que mis sobrinos son, para mí, dos grandes maestros. Inés tiene ocho años, Joan tiene seis. Ellos han sido protagonistas de algunas de mis entradas favoritas. Con ellos organicé un día una fiesta imaginaria, a ellos les hablé del duende burbujero...

Ahora sucede algo que me resulta curioso. Me he dado cuenta de que nos observamos mutuamente. Yo los observo porque no quiero dejar de aprender, porque quiero mantener viva esa inocencia de la infancia. Ellos me observan justamente por lo contrario, porque quieren crecer muy rápido, dejar atrás sus cosas de niños y ser tratados como adultos. Uno de los grandes dilemas que tenemos es la discusión sobre si existen o no las cosas imposibles. Yo les digo que no hay nada imposible pero ellos, sobre todo Inés, no deja de ponerme ejemplos de cosas que -ella lo tiene claro- son imposibilísimas. La brecha es grande. Ellos quieren dejar de creer -supongo que sienten que eso les hace adultos- y yo, en cambio, quiero volver a hacerlo -o no quiero dejar de hacerlo-.

La otra tarde alguien me "riñó" por estar escuchando "canciones de niños" y me quedé pensando en este tema. En cómo, en un momento de nuestra vida, para sentirnos adultos nos alejamos de la inocencia, perdemos la fe y la ilusión, empezamos a creer que hay cosas imposibles, comenzamos a juzgar y, poco a poco, sin apenas darnos cuenta, nos alejamos de nuestro propio corazón. Lo envolvemos en una coraza impenetrable y no dejamos que se cuele ni una emoción.

Y sin embargo –y aquí viene la buena noticia- este no es un proceso irreversible. La ilusión que un día tuviste sigue dentro de tu corazón, envuelta en una coraza tal vez, pero aguardando a que derribes tus murallas para volver a brillar. Eso sí, nadie lo puede hacer por ti… ¿A qué estás esperando?

(Imagen de Petr Šerlovský)

10 comentarios:

  1. No deberíamos perder nuestra "magia"; o al menos, ser totalmente conscientes de que es recuperable. ¿qué bonito lo has dicho, guapa!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Samotracia. Totalmente de acuerdo, deberíamos conservarla y, si no es así, luchar por recuperarla. Un abrazo grande.

      Eliminar
  2. Estábamos esperando a leer a fairy Hellen. :)

    Voy a por los cuentos de Hoffman, (sin importar en que forma...) a modo de piqueta!!!

    Besos****

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. :-) un abrazo gigante, Cristal!!! Aquí tienes un link a un cuento de Hoffmann, El hombre de arena: http://es.wikisource.org/wiki/El_hombre_de_arena
      Love you!

      Eliminar
  3. Nuestros niñ@s interiores conviven con nosotr@s mism@s de nosotr@s depende que la inocencia nos acompañe. muy buena entrada :) gracias por compartir y besos y abrazos para nuestr@s niñ@s interiores.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Leonor. Me alegra que te haya gustado la entrada. Un beso de mi niña a tu niña. Muy grande. ;-)

      Eliminar
  4. Totalmente de acuerdo. Nos enseñan a ser "niños grandes" antes de tiempo. Quizá deberíamos mantenernos tercos e intentar hacerle más caso a esa vocecilla inocente en nuestro interior.


    Un besito, guapísima.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Otro besito para ti, querida Siberiana. Me gusta la idea de una vocecilla inocente en nuestro interior, está ahí, nunca se pierde…. Muaks

      Eliminar
  5. ¡¡¡¡¡que buenas noticias¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡

    la piqueta que has puesto en mi camino,lo reafirma...............

    que lindo la segunda inocencia

    agradezco la grazia de vivir con inocencia.

    besos pa too

    er cocinero

    ResponderEliminar

Tu comentario es una buena noticia...