lunes, 29 de septiembre de 2014

Ocúpate de lo tuyo


(Imagen de Metin Demiralay)


Por algún extraño motivo nos sucede a menudo que creemos tener las respuestas perfectas o las soluciones correctas para resolver las vidas o los problemas de los otros. Hablaba el otro día con mi amigo Miguel sobre la violencia, pero no la violencia física y evidente sino la sutil y psicológica. Sin querer, sin darnos cuenta, muchas veces somos violentos con las personas que nos rodean. Porque intentamos imponerles nuestra opinión, porque queremos que sigan nuestro camino, porque estamos convencidos de que tenemos la solución a sus problemas o sabemos exactamente cómo deben hacer lo que deben hacer. Y no nos contentamos con sugerirlo, muchas veces lo exigimos. A nuestras parejas, hijos, hermanos, padres, amigos o conocidos.

Sobre este tema, leía el otro día una frase muy interesante de Antonio Blay: “Hemos de salvar a los demás de nuestra idea de su bien. La persona que ha conseguido unos resultados de una manera, tiende a querer imponer a los otros ese mismo bien, y eso puede ser una auténtica agresión mental. Hay que tener un respeto infinito por el derecho de cada persona a vivir su propia vida, a desarrollarse según su modo particular. El bien nunca se debe desear de una manera concreta”.

En ocasiones, pensando que hacemos bien, damos un consejo que no nos han pedido, opinamos cuando no nos han preguntado o reclamamos una forma de actuar concreta. Y eso es, sin duda, una forma de violencia.

Una de las mejores sugerencias que me han hecho en la vida es: “Elena, ocúpate de lo tuyo”. Como muchas veces es doloroso y difícil mirar hacia dentro, se nos escapa la vista hacia fuera y organizamos las vidas de los otros con gran alegría y soltura. Siempre tenemos algo que decirles, algo que arreglarles o algo que aconsejarles antes que enfrentarnos a todo lo propio que tenemos por solucionar. La buena noticia es que si cambias tú, cambia todo a tu alrededor, por lo tanto, quizás lo mejor sea que te ocupes de lo tuyo y que dejes que el mundo –y los que te rodean- encuentren su camino. De su forma, a su manera.

*** Evidentemente, no estoy hablando de llevar una vida egoísta sin pensar para nada en los otros ni ayudar o estar ahí cuando haga falta sino, sencillamente, de respetar con humildad el camino y el proceso de los que te rodean, recordando que no puedes entender ni juzgar a nadie “si no has caminado una milla en sus zapatos”.


martes, 23 de septiembre de 2014

Otoño


De lo que ya no te sirve.
De lo que no te hace bien.
De lo que no es tuyo…

¡Feliz otoño!


(A través de la magnífica página Hacer es hacerse. Mil gracias, Silvia)


lunes, 22 de septiembre de 2014

Carta al hombre que perdió la fe en la humanidad


(Imagen de google)


El 30 de marzo de 1973 un hombre envió una carta al escritor E. B. White diciéndole que había perdido la fe en la humanidad. White, que era una persona positiva, siempre creyó que un escritor tenía la responsabilidad de ser todo lo bueno que pudiera en su arte  y no interpretar la vida solamente sino darle forma, y que también tenía el deber de dar esperanza a los demás. Por este motivo, esta fue su respuesta al Sr. Nadeau:

Estimado Sr. Nadeau:

Mientras exista un hombre honesto, mientras haya una mujer compasiva, la posibilidad de contagio seguirá viva y el panorama no será desolador. En los malos tiempos, nos queda la esperanza. Me levantaré el domingo por la mañana y daré cuerda al reloj, como una contribución al orden y a la constancia.

Los marineros tienen una expresión sobre el tiempo, dicen: el tiempo es un gran engañador. Supongo que lo mismo puede decirse de nuestra sociedad humana. Las cosas pueden parecer oscuras, pero de pronto aparece una abertura entre las nubes y todo cambia, a veces repentinamente. Es bastante obvio que la raza humana ha convertido la vida en este planeta en un gran caos. Pero, como pueblo, probablemente guardamos semillas de bondad que han sido almacenadas durante mucho tiempo, esperando a brotar cuando se den las condiciones adecuadas. La curiosidad del hombre, su persistencia, su inventiva y su habilidad han acabado provocándole serios problemas. Sólo cabe esperar que esos mismos rasgos le permitirán encontrar el camino para salir de ellos.

Aférrese a su sombrero. Aférrese a su esperanza. Y dé cuerda al reloj, pues mañana será otro día.

Atentamente,

E. B. White

(Gracias a Bernardo)

jueves, 18 de septiembre de 2014

Atrévete


(Imagen de Mark Makela)


"Atrévete a dejarte ver.
Atrévete a decir la verdad.
Atrévete a dejar de fingir.

Atrévete a permanecer presente al fuego secreto que arde en tu interior.
Atrévete a ser salvajemente inconsistente.
Atrévete a permitir que alguien más se acerque.

Atrévete a soltar la imagen.
Atrévete a nunca estar preparado.
Atrévete a darlo todo
para que el amor despierte.

Atrévete a fallar.
Atrévete a hacer de todo un lío.
Atrévete a caer al suelo,
humillado otra vez, riendo.

Atrévete a soñar y a que los sueños mueran.
Atrévete a honrar el pasado pero sin aferrarte a él.
Atrévete a dar un honesto Sí y un honesto No.

Atrévete a estar equivocado.
Atrévete a estar en lo cierto.
Atrévete a ser real.

Atrévete a estar aquí."


Jeff Foster

lunes, 15 de septiembre de 2014

El pensamiento

(Imagen de Kalle Gustafsson)


Todo empieza en el pensamiento. La tristeza, la alegría, el odio, el dolor, el amor incluso. Si te paras a analizar dónde surgió cualquiera de las emociones que te embargan, te das cuenta de que todo empezó con un pensamiento. La mente nos lleva de aquí para allá a través de las imágenes que van surgiendo en ella e, inconscientemente, nosotros les damos un espacio –grande o pequeño- para que se desarrollen.

Dicen los budistas que la mente es un caballo desbocado y que el reto del ser humano consiste en tomar las riendas y el control, en no permitir que sea ella quien gobierne nuestra vida. Para ello, es necesario llevar –en la medida de lo posible- un poco de conciencia a este proceso. Es decir, parar de vez en cuando y tratar de descubrir por qué sentimos lo que sentimos. Yo siempre tengo la imagen de estar estirando de un hilo para encontrar su origen. Estoy triste (cuando estoy alegre analizo menos…) y me paro a reflexionar sobre lo que pasa por mi cabeza, me doy cuenta de que un pensamiento me lleva a otro y, al final, descubro que todo empezó, por ejemplo, mirando un producto en el supermercado. Ese producto me recordó a algo que me hizo pensar en alguien que me dijo una cosa que me puso triste y, al ver ese producto –teóricamente inocuo- sin darme ni cuenta, sin saber por qué, volví a ponerme triste. Y es que este proceso mental es tan rápido que no lo advertimos siquiera. Aquí comparto un genial ejemplo, protagonizado por Groucho Marx, que muestra cómo un pensamiento descontrolado puede acabar llevando a un país entero a la guerra.



Creo que vale la pena reflexionar sobre el asunto porque, aunque el vídeo sea exagerado y en clave de humor, la realidad es que el odio o el amor no son más que nuestras reacciones ante un pensamiento que tenemos sobre algo o sobre alguien. “El sufrimiento es la reacción que tienes cuando sostienes un pensamiento estresante”, dice Byron Katie. La buena noticia es, pues, que cuando sientas dolor, odio, tristeza, puedes estirar del hilo, descubrir qué fue lo que causó dicha emoción y enfocar tu mente en algo más positivo, alegre y feliz. A no ser que lo que quieras sea mortificarte, claro…

lunes, 8 de septiembre de 2014

Lua y el silencio




Este verano me han sucedido muchas cosas bonitas pero, entre todas ellas, quiero destacar dos que, además, me han llevado a una misma reflexión. La primera es el nacimiento de mi nueva sobrina, Lua. Evidentemente, el bebé más precioso del planeta ;-). La segunda es la lectura de un gran libro que inmediatamente ha pasado a formar parte de mis libros de cabecera, “Biografía del silencio”, de Pablo d’Ors.
Este libro, que es pequeño de tamaño pero grande en contenido, explica la relación de su autor con la meditación. Cómo y por qué empezó a meditar y algunas de las reflexiones que le han ido surgiendo por el camino. En mi opinión, es un libro imprescindible. Para los que meditan y para los que no lo hacen, porque es un manual de vida, porque nos da pistas para despertar, porque nos enseña a caminar con amor.



Como decía, tanto el nacimiento de mi sobrina como la lectura de la “Biografía del silencio” me condujeron a una reflexión. Mirando a Lua pensé que, en este preciso y precioso momento, tiene la mirada pura, limpia de prejuicios o esquemas y que su realidad está todavía “en blanco”. Y sentí una punzada de nostalgia que volvió poco después, leyendo el libro de Pablo d’Ors: "Si todo lo que vivo y veo no me sorprende es porque, mientras emerge, o antes incluso de que lo haga, lo he sometido a un prejuicio o esquema mental, imposibilitando de este modo que despliegue ante mí todo su potencial." 

Este tema no es nuevo, ya lo he comentado alguna vez pero, como todas aquellas cosas que debemos aprender y no aprendemos, vuelve y vuelve para recordarme la importancia de su enseñanza, para que no la olvide, para que la tenga en cuenta. Y supongo –una buena noticia- que seguirá reapareciendo hasta que consiga aprenderla. Así pues, dedicaré este mes de septiembre a borrar esquemas y prejuicios, a limpiar mi mirada, a acoger todo lo que venga –como decía María Zambrano- “en estado naciente”. Para que todo vuelva a ser nuevo, para que las cosas no dejen de sorprenderme, para no dar por hecho nada pero tampoco a nadie.