miércoles, 21 de febrero de 2018

Despedida



Hoy hace exactamente diez años que empecé a escribir El Periódico de las Buenas Noticias y siento que ha llegado el momento de la despedida. Todavía no sé si será un adiós definitivo o si lo retomaré dentro de un tiempo, pero sí creo que necesito hacer una pausa.

Como no podía ser de otra forma, han sido diez años intensos. Y supongo que en el blog se reflejaron muchas de mis vivencias. De hecho, si miro hacia atrás y leo las entradas pasadas, casi casi puedo reconocer el momento en el que me encontraba cuando las escribí. He compartido mis emociones y he compartido emociones ajenas. Todo ello con un solo objetivo: poner luz entre tanta tiniebla, mirar el lado bonito de la existencia, recordar que siempre hay un camino, que la vida está llena de oportunidades y que lo único que importa es recorrerla con el corazón.

En diez años pasan muchas cosas. En diez años cambian muchas cosas. He reído, he llorado, he sido muy feliz y también he sufrido pero, sobre todo, he aprendido. Muchísimo. He intentando compartir todo lo que iba aprendiendo y después ponerlo en práctica. A veces me ha salido mejor, a veces peor. Lo que tengo claro es que el camino es largo y el aprendizaje no acaba. Algunas veces he pensado que tenía la lección asimilada y la vida se ha encargado de demostrarme que no era así, dándome un baño de humildad y recordándome que me quedaba tantísimo por comprender. En otras ocasiones, en cambio, me ha sorprendido descubrir que se repetían situaciones pasadas y yo ya no era la misma ni actuaba de la forma en que solía hacerlo. Sea como sea, algo que sí he aprendido es a tratarme con más delicadeza, a escucharme con más atención y a perdonarme a mi misma cuando fallo.

Las despedidas nunca son fáciles. El blog ha sido una gran compañía y una fuente de amor ininterrumpida. No hay duda de que lo echaré muchísimo de menos. Gracias al PBN he hecho nuevos y grandísimos amigos, he recibido mensajes maravillosos y tanto cariño y tanto buen rollo que mi corazón no ha dejado de agrandarse ni un solo día. Por todo ello, quiero agradecer a todas y cada una de las personas que habéis entrado, que habéis saludado, que me habéis acompañado y aconsejado, a todos los que, en algún momento, habéis visto una buena noticia y me la habéis enviado. Ha sido un gran regalo. Ha sido realmente mágico.

Hoy me despido pero el blog seguirá, de momento, colgado en la web. Tenéis 10 años y 900 entradas para leer cuando queráis. Y, por supuesto, estoy a vuestra disposición a través del email siempre que os apetezca contactar. Como última entrada, me gustaría dejaros esta canción de Joaquín Sabina junto con mis mejores deseos de felicidad para hoy, mañana y siempre, y con la esperanza de que, como dice la canción, el corazón no se pase de moda - por favor, por favor, no dejéis que el corazón se pase de moda.

¡GRACIAS!

Elena



Noches de boda

Que el maquillaje no apague tu risa,
Que el equipaje no lastre tus alas,
Que el calendario no venga con prisas,
Que el diccionario detenga las balas,
Que las persianas corrijan la aurora,
Que gane el quiero la guerra del puedo,
Que los que esperan no cuenten las horas,
Que los que matan se mueran de miedo,
Que el fin del mundo te pille bailando,
Que el escenario te tiña las canas,
Que nunca sepas ni cómo, ni cuándo,
ni ciento volando, ni ayer ni mañana,

Que el corazón no se pase de moda,
Que los otoños te doren la piel,
Que cada noche sea noche de bodas,
Que no se ponga la luna de miel.
Que todas las noches sean noches de boda,
Que todas las lunas sean lunas de miel.

Que las verdades no tengan complejos,
Que las mentiras parezcan mentira,
Que no te den la razón los espejos,
Que te aproveche mirar lo que miras.
Que no se ocupe de ti el desamparo,
Que cada cena sea tu última cena,
Que ser valiente no salga tan caro,
Que ser cobarde no valga la pena.
Que no te compren por menos de nada,
Que no te vendan amor sin espinas,
Que no te duerman con cuentos de hadas,
Que no te cierren el bar de la esquina.

Que el corazón no se pase de moda,
Que los otoños te doren la piel,
Que cada noche sea noche de bodas,
Que no se ponga la luna de miel.
Que todas las noches sean noches de boda,
Que todas las lunas sean lunas de miel. 

(Joaquín Sabina)

lunes, 19 de febrero de 2018

Quiero que me digan lo que no deseo escuchar

(Imagen de Ana Jiménez)

Una vez más comparto una magnífica entrevista de Ima Sanchís para La Contra de La Vanguardia. Esta vez al Dr. Alejandro Jadad, médico especialista en el dolor, cuidados intensivos, paliativos
Inquieto, incapaz de dejar de hacerse preguntas y rápido, muy rápido. Su currículo es inmenso, fundador del Centro (de referencia mundial) de Innovación en Salud Global de la Universidad de Toronto, y de la escala de Jadad, la herramienta más utilizada para evaluar la calidad de los ensayos clínicos en el mundo. Pionero en el tratamiento y estudio del dolor, lidera la Iniciativa Global para una Buena Muerte. Reconceptualizó el concepto de salud y de felicidad. Según la revista Times es uno de los diez hispanos más influyentes del mundo. Pero nada de eso le acomoda. Hace un par de años este vitalista publicó El festín de nuestra vida, que resume su filosofía entusiasta. La UOC acaba de investirle doctor honoris causa.
54 años. Nací en Medellín y vivo en Toronto, donde soy profesor de la universidad y un preguntón: soy investigador. Casado, tres hijas, dos nietos y una familia por elección. Debemos unirnos para defender la vida. Creo en la humildad de aceptar que podemos creer cualquier cosa.
La persona más importante de nuestra vida somos nosotros mismos. Tenemos una voz interna que siempre está ahí, orientándonos, pero la ignoramos.
Una voz muy loca a veces.
O muy cuerda. Se trata del mí, no del yo, que es el responsable de todos nuestros apegos y una carga muy fuerte. El mí es el que siente. ¿Qué pasaría si tu yo se comunicara con tu mí?
¿No se comunican?
Es una conversación eternamente pendiente que uno aplaca conversando con los otros. Da miedo hacerse ciertas preguntas. Y además enfatizamos el ver para creer, cuando en este momento deberíamos revertirlo.
¿Creer para ver?
Sí, creer en otras posibilidades, tanto personal como colectivamente, porque los modelos de vida que tenemos nos están haciendo más daño que beneficio. Yo provengo del sector de la salud, que en realidad es el de la enfermedad, y soy docente en un sistema que uniformiza.
Esto sí es autocrítica...
El sistema sanitario nos enferma y nos mata, el educativo nos embrutece, el financiero nos empobrece, el alimentario nos envenena y el político nos oprime. Debemos reimaginar, repensar, reconectar. Las preguntas son esenciales.
¿Cuál es su pregunta?
A nivel personal, cómo ser libre (es decir prescindible) y cómo morirme tranquilo, las dos cosas que más miedo nos dan.
Es muy abstracto.
Siendo médico, cómo conseguir que la población esté más sana sin mí que conmigo. A nivel de especie, cómo conseguir alinear nuestras necesidades con la conciencia de ser parte de un superorganismo que va más allá de la Tierra y que no entendemos.
Cierto.
Somos muy arrogantes como especie, y probablemente lo que más nos ayudaría es la aceptación de nuestra insignificancia, naturaleza efímera y dependencia.
¿Cuándo empezó su cuestionamiento?
Cuando era pequeño mis padres se estaban separando y discutían. Me sentía muy solo, pero un día oí mi voz interna, me di cuenta de que no estaba solo y comencé a preguntarme cosas.
Una de sus preguntas, qué es la salud, le llevó a liderar un estudio internacional.
Era algo que me había cuestionado y en un evento en la OMS levanté la mano y lo pregunté. La OMS la definía como un estado de completo bienestar físico, mental y social…, pero ¿quién tiene eso?... Allí estaba la editora del British Medical Journal, que me propuso comenzar una conversación global para averiguarlo.
¿Qué concluyeron?
Que más que una condición debería de ser una habilidad para adaptarnos y gestionar los desafíos físicos, mentales y sociales, y eso nos abre la posibilidad de aprender a ser saludables como sociedad, de enfocarnos en ello. Creer para ver.
¿No estamos enfocados en ello?
Vemos la salud como la ausencia de enfermedad, y ese combate contra la enfermedad nos lleva a una paradoja: los efectos secundarios de los medicamentos, las complicaciones de las intervenciones y los errores son la segunda o tercera causa de muerte en los humanos.
También preguntó a sus colegas si querrían morir como sus pacientes.
Sí, en un congreso internacional sobre cuidados paliativos, una de mis áreas, y nadie levantó la mano. Eso me llevó a otro gran estudio cuyo resultado es que queremos morir en casa, sin dolor y rodeados de nuestros seres queridos, y a una iniciativa global para una buena muerte.
Usted simuló su propia muerte.
Superé un diagnóstico de cáncer (2008) y decidí prepararme para la muerte. Me metí en el ataúd. Mi familia cargó el cetro. Escogí mi música fúnebre con la que me despierto a diario.
Poderoso revulsivo contra el desánimo.
Dediqué tiempo a mis remordimientos, a pedir perdón, a agradecer, a enfrentar las frustraciones. “Si tuvieras la oportunidad de repetir indefinidamente tu vida sin poder cambiar nada, ¿querrías?”, preguntó Nietzsche.
¿Quién quiere eso?
Nadie, cierto, pero a mí me sirvió para decirme: A partir de ahora viviré de tal manera que si me dieran esa oportunidad diría que sí. Ese fue el gran cambio, y me busqué cómplices para conseguirlo: mi esposa, mis hijas, mi equipo.
¿Qué les pidió?
Franqueza, que me digan lo que no deseo escuchar. Todos tenemos puntos ciegos en los que no somos capaces de ver cómo nos dañamos y dañamos a los demás. Les pedí que me guiaran para ser mejor compañero, padre, médico. Nos sentamos una vez al mes para hablar de ello.
¿Y qué ha aprendido?
Que hay mucho por desaprender, pero la mayoría son aprendizajes inconscientes, y por tanto sólo nos queda saber cuál es nuestro norte.
¿Y cuál es su polo magnético?
Consciente de que hay que tomar decisiones en la incertidumbre, sólo hago lo que me hace sentirme tranquilo y libre.
Póngame un ejemplo.
Todo lo que tengo cabe en dos maletas. Hace diez años, mi familia y yo probamos de vivir ligeros de equipaje. Nos gustó. Vendimos nuestra casa y lo regalamos todo. Le damos valor a lo que queremos darle valor, todo es un símbolo.
¿Cómo lograrlo a nivel colectivo?
Tenemos de todo en abundancia, salvo dinero, que está diseñado para generar escasez.

(Mil gracias a Pili)

lunes, 12 de febrero de 2018

Sutra del Corazón


(Imagen de Nicholas Roerich)


Sutra del Corazón* 
(fragmento)

“¡Oh! Sariputra,
la forma equivale al vacío
y el vacío equivale a la forma;
el vacío no se diferencia de la forma,
la forma no se diferencia del vacío;
todo lo que es forma, es vacío;
todo lo que es vacío, es forma;
lo mismo es aplicable a los sentimientos,
a las percepciones, a los impulsos y a la consciencia.
¡Oh! Sariputra,
todos los dharmas se caracterizan por el vacío;
ni son producidos, ni detenidos,
ni están mancillados, ni son inmaculados,
ni son deficientes, ni completos.
Por lo tanto, ¡Oh! Sariputra,
en el vacío no hay forma,
ni sensación, ni percepción,
ni impulso, ni consciencia;
ni ojo, ni oído, ni nariz, ni lengua, ni cuerpo, ni mente;
ni formas, ni sonidos, ni olores, ni sabores, ni cosas tangibles, ni objetos de la mente,
ni elementos del órgano visual,
y así sucesivamente
hasta que llegamos
a la ausencia de todo elemento de consciencia mental.
No hay ignorancia, ni extinción de la ignorancia,
y así sucesivamente,
hasta que llegamos a la no existencia de decadencia ni muerte,
ni extinción de la decadencia ni de la muerte.
No hay sufrimiento, ni origen, ni cesación, ni camino;
no hay cognición, ni logro, ni no-logro.”





*El Sutra del Corazón es un texto muy popular en la escuela budista Mahāyāna por su brevedad y profundidad. El mantra “Gaté” se utiliza para liberarte de cualquier cosa que ya no necesites. Las acepciones de la palabra sánscrita “Gaté” son: soltar, despojar, liberar, etc. Cada vez que repites el mantra se está liberando algo de tu ser; sobre todo si tomas conciencia de lo que deseas liberar. Elimina la impresión y/o sentimiento de crisis o depresión. Disuelve cualquier otra de las ansiedades menores. También elimina de ti cualquier comportamiento inapropiado.

jueves, 8 de febrero de 2018

lunes, 5 de febrero de 2018

¿Cuál es tu ikigai?



Según los japoneses, todo el mundo tiene un ikigai, un motivo para existir. Algunos lo han encontrado y son conscientes de su ikigai; otros lo llevan dentro, pero todavía lo están buscando. Este es uno de los secretos para una vida larga, joven y feliz como la que llevan los habitantes de Okinawa, la isla con la población más longeva del mundo.

10 leyes del ikigai

1. Mantente siempre activo, nunca te retires.
Quien abandona las cosas que ama y sabe hacer, pierde el sentido de su vida. Por eso, incluso después de haber terminado la vida laboral «oficial», es importante seguir haciendo cosas de valor, avanzando, aportando belleza o utilidad a los demás, ayudando y dando forma a nuestro pequeño mundo.

2. Tómatelo con calma.
Las prisas son inversamente proporcionales a la calidad de vida. Como dice un viejo proverbio: «Caminando despacio se llega lejos». Cuando dejamos atrás las urgencias, el tiempo y la vida adquieren un nuevo significado.

3. No comas hasta llenarte.
También en la alimentación para una vida larga, «menos es más». Según la ley del 80%, para preservar la salud mucho tiempo, en lugar de atiborrarse hay que comer un poco menos del hambre que tenemos.

4. Rodéate de buenos amigos.
Son el mejor elixir para disolver las preocupaciones con una buena charla, contar y escuchar anécdotas que aligeren la existencia, pedir consejo, divertirnos juntos, compartir, soñar... En suma, vivir.

5. Ponte en forma para tu próximo cumpleaños.
El agua se mueve, fluye fresca y no se estanca. Del mismo modo, tu vehículo para la vida necesita un poco de mantenimiento diario para que pueda durar muchos años. Además, el ejercicio segrega las hormonas de la felicidad.

6. Sonríe.
Una actitud afable hace amigos y relaja a la propia persona. Está bien darse cuenta de las cosas que están mal, pero no hay que olvidar el privilegio de estar aquí y ahora en este mundo lleno de posibilidades.

7. Reconecta con la naturaleza.
Aunque la mayoría de seres humanos vivan en ciudades, estamos hechos para fundirnos con la naturaleza. Necesitamos regularmente volver a ella para cargar las pilas del alma.

8. Da las gracias.
A tus antepasados, a la naturaleza que te provee aire y alimento, a tus compañeros de vida, a todo lo que ilumina tu día a día y te hace sentir dichoso de estar vivo. Dedica un momento del día a dar las gracias y aumentarás tu caudal de felicidad.

9. Vive el momento.
Deja de lamentarte por el pasado y de temer el futuro. Todo lo que tienes es el día de hoy. Dale el mejor uso posible para que merezca ser recordado.

10. Sigue tu ikigai.
Dentro de ti hay una pasión, un talento único que da sentido a tus días y te empuja a dar lo mejor de ti mismo hasta el final. Si no lo has encontrado aún, como decía Viktor Frankl, tu próxima misión será encontrarlo.


(Kirai & F. Miralles)