lunes, 26 de marzo de 2012

¿Qué ves?




El otro día recibí un mail de mi amiga Enriqueta (¡¡mil gracias!!) que contenía una imagen, una pregunta y una reflexión. La imagen era la que acompaña esta entrada, la pregunta era “¿Qué ves?” y la reflexión analizaba las diferentes posibilidades de respuestas ante dicha pregunta. Habrá quien vea antes que nada un cielo tormentoso, quizás un sol resplandeciente, un camino laaaaargo, la hierba seca, los árboles verdes…

La imagen y la pregunta me hicieron reflexionar y darme cuenta de que, en realidad, como dice el Talmud, “no vemos las cosas como son sino que las vemos como nosotros somos.”

¿Por qué una misma tarde de tormenta a unos les encanta y a otros les deprime? Es más, ¿por qué una misma tarde de tormenta, a veces, me encanta y, otras  veces, me deprime? No tiene nada que ver con la tormenta, sólo tiene que ver conmigo, con mi estado de ánimo, con mis pensamientos sobre ella. Y así sucede con todo. Por lo tanto, a partir de ahora, cuando una situación te moleste, cuando te enfades con alguien, cuando lo encuentres todo horrible… y también, claro, cuando te sientas feliz, cuando todos te caigan bien, cuando veas la vida de color rosa… pregúntate, ¿qué hay en tu interior que hace que ésta, y no otra, sea –hoy- tu realidad?

Cuando miras a tu alrededor… ¿qué ves?
Cuando exploras tu interior… ¿qué encuentras?

jueves, 22 de marzo de 2012

Tarea para el jueves


¡¡¡¡¡Y para el viernes, el sábado, el domingo, 
el lunes, el martes y el miércoles!!!!!

(Gracias, Yolanda)

lunes, 19 de marzo de 2012

Al menos, sed felices...



En la entrada número 300 quiero regalaros un cuento que me envió Carmen (¡¡Mil gracias!!) hace unos meses. Se titula “El hombre de la flor” y va dedicado a todos aquellos que deciden encontrar luz en la oscuridad, pintar de colores la vida cuando todo parece gris y cantar, reír y bailar aunque llueva, truene o caigan “chuzos de punta” (tanto fuera como dentro).

El hombre de la flor es un viejito encantador con una misión personal: pintar la vida de colores. Y, así, viaja de pueblo en pueblo con su pequeña maleta llena de flores, escoge una casa en ruinas, la pinta y empieza repartir la enorme alegría que guarda en su corazón. 

Porque el hombre de la flor conoce un secreto. El hombre de la flor sabe que la felicidad es una elección, una decisión personal. Y nos recuerda que, cuando se comparte, la felicidad crece, se multiplica, se expande y puede llegar incluso a hacer milagros, a transformar un pueblo gris en un oasis de color.

“Sed felices”, dice alguien a quien aprecio muchísimo, “al menos, sed felices”.


lunes, 12 de marzo de 2012

La paz interior


Utagawa Kunisada: "Retrato póstumo a la memoria de Hiroshige"

Érase una vez un gran samurái que vivía cerca de Tokio. Aunque era anciano, se dedicaba a enseñar el arte del zen a los jóvenes y, a pesar de su edad, corría la leyenda de que era capaz de vencer a cualquier adversario.
Cierta tarde, un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos apareció por allí. Quería derrotar al samurái para aumentar su fama. En cuanto el anciano aceptó el desafío, el joven comenzó a insultarlo,
 pateó algunas piedras hacia él, escupió en su rostro, gritó insultos, ofendió a sus ancestros, etc… Durante horas hizo todo para provocarlo, pero el anciano permaneció impasible. Al final del día, sintiéndose ya exhausto y humillado, el guerrero se retiró.
Poco después, sus sorprendidos alumnos preguntaron al maestro cómo pudo soportar tanta indignación.
Su respuesta fue: “Si alguien llega hasta ustedes con un presente, y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el presente?”
- “A quien intentó entregarlo”, respondió uno de los discípulos.
- “Lo mismo vale para la injuria, la rabia, la calumnia y  los insultos. Cuando no son aceptados, continúan perteneciendo a quien los traía consigo”, finalizó el maestro.

Tu paz interior depende exclusivamente de ti.
 
Nadie puede quitarte la calma, a menos que tú lo permitas.

domingo, 11 de marzo de 2012

sábado, 10 de marzo de 2012

Medio pan y un libro




Alocución de Federico García Lorca al pueblo de Fuente Vaqueros (Granada) en septiembre de 1931:

"Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. «Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre», piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión. "Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada." No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social. "Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?"¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: «amor, amor», y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: «¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!». Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida." Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: «Cultura». Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz".

lunes, 5 de marzo de 2012

De finales y principios



(La imagen es de http://www.picturesofheaven.net/)

Hoy quiero hablar de una palabra que nos asusta: “FIN”. Cuando algo se termina solemos tener una cierta sensación de vértigo. Ya sea porque se acabó algo que nos gustaba, ya sea porque finalizó una cosa que nos amargaba. Es extraño el ser humano. Nos asustan los finales, los cambios. Aunque lo que se acabe sea un trabajo que no nos satisfacía, aunque lo que se termine sea una relación tóxica.

Y llevo varios días pensando en ello porque la otra tarde leí una frase que me encantó por su positivismo: “The end is where we start from” (El final es desde donde empezamos). Es el título de una exposición de la Fundación Joan Miró y está sacada del poema “Little Gidding” de T.S. Eliot, cuya última estrofa dice:

“Lo que llamamos principio es a menudo el final. 

Y llegar al final es empezar.
El fin es de donde partimos.”

Sobre este mismo tema me han hecho reflexionar dos películas que vi la semana pasada, The artist y La invención de Hugo. En ambas, se habla de personas que no aceptan que algo terminó y se quedan “atascadas” en su momento de gloria sin comprender que, dejando atrás todo aquello, les espera algo todavía más grande. El miedo al cambio las paraliza. Hasta que tienen la suerte de encontrarse con alguien que –a través del amor- les ayuda a reinventarse, que les muestra un camino, una oportunidad.

A veces, pensamos que el final es un muro. Pero no lo es, nunca lo es. Es, tal vez, una puerta que se cierra detrás nuestro pero también un camino que se abre delante. Puedes quedarte paralizado mirando la puerta. O puedes armarte de valor y comenzar a caminar. Un cambio es un reto, puede llegar a ser incluso una bendición. La buena noticia es que está en ti decidir cómo te vas a enfrentar a él. ¿Lo convertirás en un agujero infernal en el que sentarte a lamer tus heridas o en un peldaño para ayudarte a alcanzar el cielo que te está esperando?


No puedes empezar el siguiente capítulo de tu vida,
si continúas releyendo el último.

(imagen de: www.facebook.com/positiveoutlooks)