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lunes, 18 de diciembre de 2017

Todos somos seres únicos y extraordinarios



Siempre busco alguna entrada especial para terminar y empezar el año. Esta vez no ha sido diferente; estaba pensando en qué podía compartir en esta ocasión, cuando me llegó un mensaje de Juan (mil gracias) enviándome la entrevista que Silvia Díez hizo a Swami Rameshwarananda Giri Maharaj para la revista Cuerpomente. Y me pareció que era justamente lo que estaba buscando, creo que es el mejor regalo de Navidad que puedo haceros. Aquí la tenéis:

Empezó a meditar con 5 años y a los 47 asegura que unen más los silencios que las palabras. Sin embargo, su sabiduría alcanza muchos corazones cada día. Swami Rameshwarananda Giri (Félix Balboa, Bilbao, 1968) ha dedicado su vida a conocerse a sí mismo tomando el camino del silencio. De la mano de su madre, a los siete años ingresó en una escuela de hatha yoga donde recibió formación en distintas disciplinas físicas y mentales. A los 25 años tomó los votos de swami (que en sánscrito significa "dueño de sí mismo") dentro de la orden Advaita Vedanta Sannyasin. Actualmente preside la Fundación Phi, que impulsa proyectos como la Universidad de la Consciencia o la Escuela de Yoga Vedanta y Meditación de Valencia.

–¿Quién es Swami Rameshwarananda Giri?
–Recuerdo el día en que tenía que encontrarme con mi maestro en la India por segunda vez. Estaba muy ansioso. Cuando llegué le encontré dando un paseo con uno de sus discípulos y él no me reconoció. Empecé a explicarle quién era dándole datos y más datos. Me dejó largar más de 20 minutos y después de mi largo discurso él seguía sin recordarme. Seguí un poco más con mis explicaciones hasta que le dijo a su discípulo: "mira, otro que no sabe quién es". Quería que me diera cuenta de que yo no era quien creía ser.

–¿Es un error común?
–El problema es que creemos tener un yo continuo, pero no es ni continuo ni sólido y deseamos acrecentar este yo sólido y continuo luchando inútilmente contra nuestra transitoriedad. Pero todos somos seres únicos y extraordinarios. Si llegáramos a conectar con eso en profundidad no caeríamos en la falta de autoestima, no caeríamos en la depresión. Creo que estamos desbordados por el conocimiento adquirido y que nos focalizamos en cosas exteriores prestando muy poca atención a lo que sucede en el interior. No nos damos cuenta de la trascendencia que tiene nuestra presencia en el mundo. Siempre estamos a la búsqueda de complementarnos con algo o con alguien para encajar. Lo que hay que investigar es el camino de la libertad y del "inegoísmo".

–¿Qué es el "inegoísmo"?
–El diccionario no contempla esta palabra. En oposición a egoísmo se habla de altruismo y generosidad. Pero hacer el bien no neutraliza todo el mal que hay en el interior. Sin embargo, aquellos que se aplican de forma sincera y profunda en resolver todo aquello que no funciona en sí mismos solo dejan el bien como respuesta. Mucha gente me dice: "yo quiero paz". Bien, pues quítale el "yo" y el "quiero" y tendrás paz. Se trata de ser intrépido cuando abordas todo aquello que no funciona bien en ti. En la medida en que resuelves todo lo que no funciona bien en ti, tienes un estado natural de apertura hacia todo el que se acerca y ya no tienes miedo, ni te arrastra la culpabilidad, ni la dependencia, ni las necesidades, ni el oportunismo. Tienes la opción de actuar o de no actuar. De expresarte o de no expresarte. La ausencia de "egoicidad" significa no vivir las cosas como si te pertenecieran, sino manteniendo la mano abierta.
El ego se apropia de cada instante, de cada emoción, de cada pensamiento… sería algo así como aquel que con toda claridad ha percibido el movimiento de esas grandes mariposas en Brasil y decidiera compartir esa experiencia con todos los que viven en Europa. Caza la mariposa, la clava en un corcho y la pone en una vitrina y la trae hasta aquí. Para mí la inteligencia es la capacidad de transformar cada instante de tu vida en un momento feliz. Y eso significa "no hacer", parar y cultivar una mente en silencio.

–¿Qué significa "no hacer"? Pienso: ‘vale, pero… ¿qué hay que hacer’?
–Significa hacer, pero sin actuar desde el ego. La acción nace de ti mismo. Es como comprender la diferencia entre conocimiento y sabiduría. El conocimiento se mueve y se adapta, mientras que la sabiduría es una y estática. Nos inyectan mucha información, pero no dejamos que se exprese lo que llevamos en nuestro interior. Es posible que un joven de dieciocho años, incluso ya en la Universidad, nunca haya abordado la cuestión de qué hacer con la ira, qué hacer con su ansiedad… tal vez no haya nadie capaz de decírselo, porque tampoco sus profesores saben qué hacer con su cólera. En la educación no se permite abordar temas fundamentales a la experiencia humana. Vivimos en una sociedad altamente tecnológica y organizada, pero a más civilización más insensibilidad. Buscamos equilibrio pero no está en el exterior por mucho que nos empeñemos; reside en nuestro interior.

–¿Tenemos una sociedad enferma de ego?
–Lo que pasa es hoy que en día hablar de egoísmo es casi hablar de algo positivo. ¡Tú defiende lo tuyo! También la felicidad en el sentido de: "Piensa solo en ti mismo" ha hecho mucho daño porque nos lleva a buscar una felicidad artificial y externa.

–Usted empezó prácticas espirituales con 5 años. ¿Sería importante introducirlas en la educación de los niños?
–No lo sé. Yo tal vez lo requería. Ver a mi madre en práctica muy estricta de meditación, tener al lado ese icono de equilibrio que representaba tener una persona absolutamente entregada, concentrada y disponible, me ayudó. Una persona disciplinada en el sentido interior derrocha mucho equilibrio y armonía y eso me influenciaba muy positivamente. Yo era muy nervioso y notaba que aquello me hacía bien. Estaba rodeado de adultos que trabajaban no para mejorar, sino para conocerse a sí mismos. Y eso despertó en mí el mismo anhelo porque lo que parecían experimentar resultaba visiblemente interesante.
A los trece años conocí a mi primer director espiritual, el padre Ochoa, un jesuita, que me mostró cómo la intensidad se transforma en profundidad. Entendí que la meditación no busca obtener nada, no tiene objetivos, sino que consiste en identificar la propia confusión que uno arrastra, su propia paranoia. En entender cómo funciona tu mente, exponerla a límites sencillos para ver cómo es su reacción, comprender hasta qué punto es tu amiga y hasta qué punto es tu enemiga. Y lentamente identificar lo que es Correcto para ti, con mayúsculas, y hacerlo tuyo. Identificar lo que no es correcto y eliminarlo con ternura o, a veces, con firmeza.

–Como hombre espiritual que es, ante las dificultades del día a día, ¿siente impotencia, frustración, dificultades en las relaciones…?
–Todos experimentamos lo mismo, pero con una perspectiva distinta. Un cojín pegado a la cara solo da oscuridad. A una cierta distancia permite contextualizarlo todo de otra manera y a más distancia las cosas parecen perder volumen. Es una cuestión de perspectiva sobre lo que sucede y no tanto de no sentir. Sientes, pero no experimentas las cosas de forma personal. No te arrastran. A veces imaginamos a una persona que ha alcanzado un grado de despertar como alguien que está flotando en el aire, pero yo creo que no hay pies que toquen más el suelo que los de una persona despierta. Significa que la perspectiva desde la que analizas el problema no es personal.

–¿Y ante la enfermedad, una pérdida, la muerte?
–No es personal. Una mente en silencio no etiqueta, por lo tanto experimenta el momento de manera directa, tal como se presenta. No quiero decir que no pueda sentir tristeza, pero no se queda apegado a ella. La palabra justa sería "desligado", lo que no significa "ausente".
Una vez estaba en Japón visitando a un ser extraordinario y apareció una serpiente venenosa. En el momento en que parecía que iba a morder a una persona que nos acompañaba, la serpiente se la quedó mirando y lentamente se desplazó de manera que esta persona que iba a ser mordida saltó encima y le destrozó la cola. La serpiente, sin agresividad, siguió su camino, probablemente a morir. La persona que había sufrido el percance señaló: "casi me muerde y muero". El hombre espiritual le contestó: "La posibilidad no existe".

–No entiendo bien.
–La gente me pregunta: ¿Podemos cambiar el guión de la película? Nadie se preocupa de recuperar la condición de espectador. Existe una condición de testigo desligada de todo que nos es propia. El testigo nunca nació y nunca morirá. Hablamos de alcanzar ese estado, pero ya nos es propio. Por eso me resulta difícil explicar cómo alcanzar algo que ya somos. Todo el mundo me pregunta lo mismo cuando en realidad el proceso es deshacerse de lo que está de más. La clave está en ser el testigo, el espectador, que puede cambiar de sala incluso. Una discípula de la Madre Teresa de Calculta le preguntó: "Madre, ¿qué me falta para ser espiritual?". y esta le contestó: "Más bien qué te sobra hija, qué te sobra».

–¿Podría hablarme de las etapas del proceso de transformación desde que tomo el compromiso de sentarme?
–Pongamos que somos la semilla de un árbol. Tiene toda la información para ser un árbol, pero requiere un contexto adecuado para crecer. Cuando la siembras, al principio explotan cosas, nacen raíces y salen protuberancias que no gustan nada. La lentejita tiene raíces, pero no se ve salir nada a la superficie. La gente dice: "no veo avance". Hay que esperar, ser paciente y permitir que tu potencialidad encuentre su espacio. Durante el proceso hay cosas que nos hacen felices y otras que nos inquietan.
La gente empieza a meditar con la esperanza de encontrar un momento de paz y se topa con el aburrimiento, con su propia irritación y con la irritación de lo que les rodea. Y acompañar todo esto no es nada fácil. El compromiso es lo realmente importante. Siéntate y continúa. Yo te aseguro que si eres capaz de sentarte con regularidad cinco o diez minutos por la mañana y cinco o diez minutos por tarde, a ser posible siempre a la misma hora, al segundo año este hábito habrá transformado tu corazón y tu vida.
Nos experimentamos a nosotros mismos como entidades separadas, sólidas y continuas, pero ni somos sólidos ni continuos. Y ahí está la diferencia entre un ser despierto y uno que no. El ser despierto no se concibe a sí mismo como una entidad sólida y continua, por tanto no hay fractura, sino conciencia de unidad. No va hacia lo que le rodea porque no está separado de esa unidad. Pero no se puede entender esa experiencia desde la condición de separación.

–Aún así… ¿cómo es una mente en silencio?
–Mira, la pregunta es: "¿Qué voy hacer con el tiempo que me queda?". Yo elegí conocerme a mí mismo. Quería encontrar respuestas que no estuvieran basadas en el conocimiento, porque nos lleva a nuevas preguntas que no terminan nunca de responderse. Es difícil comprender que el silencio nos une y que las palabras nos separan porque creemos que las palabras nos acercan. Sin embargo, que dos personas sean capaces de compartir en amor sus respectivos silencios puede unir enormemente.
Si uno trabaja profundamente para transformar todo lo que no funciona en uno mismo, la conexión que se deriva de ese sentimiento de apertura se manifiesta por sí misma. Obviamente el arte del no hacer no se capta en un solo instante.

–Recibe cientos de emails pidiéndole ayuda.
–Atiendo primero los suicidios inminentes. Nadie puede salvar la vida de otro si alguien está decidido a quitársela. Hay que respetar en cada uno su propio movimiento. No debemos permitir que nadie se erija en autoridad de lo que sucede en nuestro interior. Pero sí puedes decirle la verdad y estar disponible. Explicarle dónde me ha llevado mi experiencia, que también he sufrido, que también sé qué es la muerte. Decirle que aún tiene tiempo de hacer cosas que tienen solución. Lo primero es que sientan que no tienen nada que temer porque no juzgas. Cuando no juzgas, dejas al otro que se sienta libre para que sea él mismo y se redescubra siendo alguien nuevo. Esto con los hijos funciona muy bien, con paciencia. El problema de la familia siempre es el mismo: crees conocer al otro con una idea fija de cómo es, pero cada persona cambia a cada instante.

–Su proyecto de la Fundación Phi, ¿tiene que ver con otra manera de vivir?
–La gente me dice: "¡Qué proyecto más novedoso!". Se trata simplemente de volver a los orígenes. No pretendo ser un reformador, ni mucho menos, sino aplicar el sentido común.”


(* Fundación Phi: http://fundacionphi.org)



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