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lunes, 2 de noviembre de 2015

Las hojas no caen, se sueltan


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Las hojas no caen, se sueltan

Las hojas no caen, se sueltan....
Siempre me ha parecido espectacular la caída de una hoja.
Ahora, sin embargo, me doy cuenta que ninguna hoja “se cae”
sino que llegado el escenario del otoño inicia la
danza maravillosa del soltarse.
Cada hoja que se suelta es una invitación a nuestra predisposición
al desprendimiento.
Las hojas no caen, se desprenden en un gesto supremo de generosidad
y profundo de sabiduría:
la hoja que no se aferra a la rama y se lanza al vacío del aire
sabe del latido profundo de una vida que está siempre en movimiento
y en actitud de renovación.
La hoja que se suelta comprende y acepta que el espacio vacío
dejado por ella
es la matriz generosa que albergará el brote de una nueva hoja.
La coreografía de las hojas soltándose y abandonándose
a la sinfonía del viento
traza un indecible canto de libertad y supone una interpelación
constante y contundente
para todos y cada uno de los árboles humanos que somos nosotros.
Cada hoja al aire que me está susurrando al oído del alma
¡suéltate!, ¡entrégate!, ¡abandónate! y ¡confía!.
Cada hoja que se desata queda unida invisible y sutilmente
a la brisa de su propia entrega y libertad.
Con este gesto la hoja realiza su más impresionante movimiento
de creatividad
ya que con él está gestando el irrumpir de una próxima primavera.
Reconozco y confieso públicamente,
ante este público de hojas moviéndose al compás del aire de la mañana,
que soy un árbol al que le cuesta soltar muchas de sus hojas.
Tengo miedo ante la incertidumbre del nuevo brote.
Me siento tan cómodo y seguro con estas hojas predecibles,
con estos hábitos perennes,
con estas conductas fijadas, con estos pensamientos arraigados,
con este entorno ya conocido…
Quiero, en este tiempo, sumarme a esa sabiduría,
generosidad y belleza de las hojas que “se dejan caer”.
Quiero lanzarme a este abismo otoñal que me sumerge
en un auténtico espacio de fe,
confianza, esplendidez y donación.
Sé que cuando soy yo quien se suelta, desde su propia
consciencia y libertad,
el desprenderse de la rama es mucho menos doloroso y más hermoso.
Sólo las hojas que se resisten, que niegan lo obvio,
tendrán que ser arrancadas por un viento mucho más
agresivo e impetuoso
y caerán al suelo por el peso de su propio dolor.

(Texto original de José María Toro,
extraído del libro "La Sabiduría de Vivir")


(Muchas gracias a Alfredo y a Mercè por hacerme llegar este precioso texto)

6 comentarios:

  1. Y como dijo Epícteto "No hay que angustiarse o tener miedo de la pobreza, ni del destierro, ni de la muerte… de lo que hay que tener miedo es del propio miedo y de las angustias".

    Mi querida Elena, que este mes de NOVIEMBRE te siga regalando, amor alegría, entusiasmo, esperanza, vientos de cambio y un montón de oportunidades para seguir aprendiendo y creciendo. Abrazo enorme! María Florencia.

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    1. Muchas gracias, María Florencia. Te deseo lo mismo. Un fuerte abrazo.

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  2. :) como siempre que asomo la naricilla por aquí siempre aprendo algo y me queda un buen sabor de boca, Buen otoño Elena.

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    1. Pues bienvenida siempre, Leonor, y gracias por tu comentario. Me hace feliz que te quede un buen sabor de boca al pasar por aquí! ;-) Feliz otoño. Un abrazo.

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  3. Pues me sorprende el texto porque las hojas secas son más bien tristes,y no se "dejan caer" se caen porque están muertas.Es el ciclo de la naturaleza.
    Vendrá la primavera y los árboles florecerán de nuevo pero serán otras hojas, como las golondrinas de Becquer
    "Aquellas que nuestros nombre aprendieron, esas...no volverán"
    Un abrazo

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    1. Bueno, creo que son diferentes formas de verlo. A mí me ha gustado la idea de que las hojas no caen sino que se sueltan. Me parece más poética y más alegre. Un abrazo, anónimo.

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