"Defender la alegría como un principio... defender la alegría como una bandera... defender la alegría como un destino... defender la alegría como una certeza... defender la alegría como un derecho" (Mario Benedetti)
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jueves, 27 de junio de 2013
domingo, 23 de junio de 2013
La escritura del dios
"La escritura del dios" - Jorge Luis Borges
(A través de Arsgravis)
La cárcel es profunda y de piedra; su forma, la de un hemisferio casi perfecto, si bien el piso (que también es de piedra) es algo menor que un círculo máximo, hecho que agrava de algún modo los sentimientos de opresión y de vastedad. Un muro medianero la corta; éste, aunque altísimo, no toca la parte superior de la bóveda; de un lado estoy yo, Tzinacán, mago de la pirámide de Qaholom, que Pedro de Alvarado incendió; del otro, hay un jaguar, que mide en secretos pasos iguales el tiempo y el espacio del cautiverio. A ras del suelo, una larga ventana con barrotes corta el muro central. En la hora sin sombra [el mediodía] se abre una trampa en lo alto y un carcelero que ha ido borrando los años maniobra una roldana de hierro, y nos baja, en la punta de un cordel, cántaros con agua y trozos de carne. La luz entra en la bóveda; en ese instante puedo ver al jaguar.
He perdido la cifra de los años que yazgo en la tiniebla; yo, que alguna vez era joven y podía caminar por esta prisión, no hago otra cosa que aguardar, en la postura de mi muerte, el fin que me destinan los dioses. Con el hondo cuchillo de pedernal he abierto el pecho de las víctimas y ahora no podría, sin magia, levantarme del polvo.
La víspera del incendio de la Pirámide, los hombres que bajaron de altos caballos me castigaron con metales ardientes para que revelara el lugar de un tesoro escondido. Abatieron, delante de mis ojos, el ídolo del dios, pero éste no me abandonó y me mantuve silencioso entre los tormentos. Me laceraron, me rompieron, me deformaron y luego desperté en esta cárcel, que ya no dejaré en mi vida mortal.
Urgido por la fatalidad de hacer algo, de poblar de algún modo el tiempo, quise recordar, en mi sombra, todo lo que sabía. Noches enteras malgasté en recordar el orden y el número de unas sierpes de piedra o la forma de un árbol medicinal. Así fui debelando los años, así fui entrando en posesión de lo que ya era mío. Una noche sentí que me acercaba a un recuerdo preciso; antes de ver el mar, el viajero siente una agitación en la sangre. Horas después, empecé a avistar el recuerdo; era una de las tradiciones del dios. Éste, previendo que en el fin de los tiempos ocurrirían muchas desventuras y ruinas, escribió el primer día de la Creación una sentencia mágica, apta para conjurar esos males. La escribió de manera que llegara a las más apartadas generaciones y que no la tocara el azar. Nadie sabe en qué punto la escribió ni con qué caracteres, pero nos consta que perdura, secreta, y que la leerá un elegido. Consideré que estábamos, como siempre, en el fin de los tiempos y que mi destino de último sacerdote del dios me daría acceso al privilegio de intuir esa escritura. El hecho de que rodeara una cárcel, no me vedaba esa esperanza; acaso yo había visto miles de veces la inscripción de Qaholom y sólo me faltaba entenderla.
Esta reflexión me animó y luego me infundió una especie de vértigo. En el ámbito de la Tierra hay formas antiguas, formas incorruptibles y eternas; cualquiera de ella podía ser el símbolo buscado. Una montaña podía ser la palabra de dios, o un río o el imperio o la configuración de los astros. Pero en el curso de los siglos, las montañas se allanan y el camino de un río suele desviarse y los imperios conocen mutaciones y estragos y la figura de los astros varía. En el firmamento hay mudanza. La montaña y la estrella son individuos y los individuos caducan. Busqué algo más tenaz, más invulnerable. Pensé en las generaciones de los cereales, de los pastos, de los pájaros, de los hombres. Quizás en mi cara estuviera escrita la magia, quizás yo mismo fuera el fin de mi busca. En ese afán estaba cuando recordé que el jaguar era uno de los atributos del dios.
Entonces mi alma se llenó de piedad. Imaginé la primera mañana del tiempo, imaginé a mi dios confiando el mensaje a la piel viva de los jaguares, que se amarían y se engendrarían sin fin, en cavernas, en cañaverales, en islas, para que los últimos hombres lo recibieran. Imaginé esa red de tigres, ese caliente laberinto de tigres, dando horror a los prados y a los rebaños para conservar un dibujo. En la otra celda había un jaguar; en su vecindad percibí una confirmación de mi conjetura y un secreto favor.
Dediqué largos años a aprender el orden y la configuración de las manchas. Cada ciega jornada me concedía un instante de luz, y así pude fijar en la mente las negras formas que tachaban el pelaje amarillo. Algunas incluían puntos; otras formaban rayas transversales en la cara interior de las piernas; otras, anulares, se repetían. Acaso eran un mismo sonido o una misma palabra. Muchas tenían bordes rojos.
No diré las fatigas de mi labor. Más de una vez grité a la bóveda que era imposible descifrar aquel texto. Gradualmente, el enigma concreto que me atareaba me inquietó menos que el enigma genérico de una sentencia escrita por un dios. ¿Qué tipo de sentencia (me pregunté) construirá una mente absoluta? Consideré que aun en los lenguajes humanos no hay proposición que no implique el universo entero; decir el tigre es decir los tigres que lo engendraron, los ciervos y tortugas que devoró, el pasto de que se alimentaron los ciervos, la tierra que fue madre del pasto, el cielo que dio luz a la tierra. Consideré que en el lenguaje de un dios, toda palabra enunciaría esa infinita concatenación de los hechos, y no de un modo implícito, sino explícito, y no de un modo progresivo, sino inmediato. Con el tiempo, la noción de una sentencia divina parecióme pueril o blasfematoria. Un dios, reflexioné, sólo debe decir una palabra y en esa palabra la plenitud. Ninguna voz articulada por él puede ser inferior al universo o menos que la suma del tiempo. Sombras o simulacros de esa voz que equivale a un lenguaje y cuanto puede comprender un lenguaje, son las ambiciosas y pobres voces humanas, todo, mundo, universo.
Un día o una noche -entre mis días y mis noches, ¿qué diferencia cabe?- soñé que en el piso de la cárcel había un grano de arena. Volví a dormir, indiferente; soñé que despertaba y que había dos granos de arena. Volví a dormir; soñé que los granos de arena eran tres. Fueron, así, multiplicándose hasta colmar la cárcel y yo moría bajo ese hemisferio de arena. Comprendí que estaba soñando; con un vasto esfuerzo me desperté. El despertar fue inútil; la innumerable arena me sofocaba. Alguien me dijo: No has despertado a la vigilia, sino a un sueño anterior. Ese sueño está dentro de otro, y así hasta lo infinito, que es el número de granos de arena. El camino que habrás de desandar es interminable y morirás antes de haber despertado realmente.
Me sentí perdido. La arena me rompía la boca, pero grité: Ni una arena soñada puede matarme ni hay sueños que estén dentro de los sueños. Un resplandor me despertó. En la tiniebla superior se cernía un círculo de luz. Vi la cara y las manos del carcelero, la rodaja, el cordel, la carne y los cántaros.
Un hombre se confunde, gradualmente con la forma de su destino; un hombre es, a la larga, sus circunstancias. Más que un descifrador o un vengador, más que un sacerdote del dios, yo era un encarcelado. Del incansable laberinto de sueños yo regresé como a mi casa a la dura prisión. Bendije su humedad, bendije su tigre, bendije el agujero de luz, bendije mi viejo cuerpo doliente, bendije la tiniebla y la piedra.
Entonces ocurrió lo que no puedo olvidar ni comunicar. Ocurrió la unión con la divinidad, con el universo (no sé si estas palabras difieren). El éxtasis no repite sus símbolos; hay quien ha visto a Dios en un resplandor, hay quien lo ha percibido en una espada o en los círculos de una rosa. Yo vi una Rueda altísima, que no estaba delante de mis ojos, ni detrás, ni a los lados, sino en todas partes, a un tiempo. Esa Rueda estaba hecha de agua, pero también de fuego, y era (aunque se veía el borde) infinita. Entretejidas, la formaban todas las cosas que serán, que son y que fueron, y yo era una de las hebras de esa trama total, y Pedro de Alvarado, que me dio tormento, era otra. Ahí estaban las causas y los efectos y me bastaba ver esa Rueda para entenderlo todo, sin fin. ¡Oh, dicha de entender, mayor que la de imaginar o la de sentir! Vi el universo y vi los íntimos designios del universo. Vi los orígenes que narra el Libro del Común. Vi las muchas montañas que surgieron del agua, vi los primeros hombres de palo, vi las tinajas que se volvieron contra los hombres, vi los perros que les destrozaron las caras. Vi el dios sin cara que hay detrás de los dioses. Vi infinitos procesos que formaban una sola felicidad y, entendiéndolo todo, alcancé también a entender la escritura del tigre.
En una fórmula de catorce palabras casuales (que parecen casuales) y me bastaría decirla en voz alta para ser todopoderoso. Me bastaría decirla para abolir esta cárcel de piedra, para que el día entrara en mi noche, para ser joven, para ser inmortal, para que el tigre destrozara a De Alvarado, para sumir el santo cuchillo en pechos españoles, para reconstruir la pirámide, para reconstruir el imperio. Cuarenta sílabas, catorce palabras, y yo, Tzinacán, regiría las tierras que rigió Moctezuma. Pero yo sé que nunca diré esas palabras, porque ya no me acuerdo de Tzinacán.
Que muera conmigo el misterio que está escrito en los tigres. Quien ha entrevisto el universo, quien ha entrevisto lo ardientes designios del universo, no puede pensar en un hombre, en sus triviales dichas o desventuras, aunque ese hombre sea él. Ese hombre ha sido él y ahora no le importa. Qué le importa la suerte de aquel otro, qué le importa la nación de aquel otro, si él ahora no es nadie. Por eso no pronuncio la fórmula, por eso dejo que me olviden los días, acostado en la oscuridad.
A Emma Risso Platero
miércoles, 19 de junio de 2013
lunes, 17 de junio de 2013
10 reflexiones de Deepak Chopra
(Mil gracias a Gisela por la imagen)
1. Escucha la sabiduría de tu cuerpo, que se expresa por
señales de comodidad e incomodidad. Cuando elijas cierta conducta, pregunta a
tu cuerpo que siente al respecto. Si tu cuerpo envía una señal de inquietud
física o emocional, ten cuidado. Si tu cuerpo envía una señal de comodidad y
anhelo, procede.
2. Vive en el presente, que es el único momento que tienes.
Mantén tu atención en lo que existe aquí y ahora; busca la plenitud en todo
momento. Acepta lo que viene a ti total y completamente para que puedas
apreciarlo y aprender de ello; luego déjalo pasar. El presente es como debe
ser. Refleja infinitas leyes de la Naturaleza que te han traído hasta este
pensamiento exacto, esta reacción física precisa. Este momento es como es
porque el Universo es como es. No luches contra el infinito esquema de las
cosas; por el contrario, sé uno con él.
3. Dedica tiempo al silencio, a meditar, a acallar el diálogo
interior. En momentos de silencio, cobra conciencia de que estás reconectándote
con tu fuente de conciencia pura. Presta atención a tu vida interior para que
puedas guiarte por tu intuición, antes que por interpretaciones impuestas desde
fuera sobre lo que conviene o no te conviene.
4. Renuncia a tu necesidad de aprobación externa. Sólo tú
eres el juez de tu valer; tu meta es descubrir el infinito valor de ti mismo,
sin dar importancia a lo que piensen los demás. Al comprender esto se logra una
gran libertad.
5. Cuando te descubras reaccionando con enojo u oposición
ante cualquier persona o circunstancia, recuerda que sólo estás luchando
contigo mismo. Presentar resistencia es la reacción de las defensas creadas por
viejos sufrimientos. Cuando renuncies a ese enojo te curarás y cooperarás con
el flujo del universo.
6. Recuerda que el mundo de allí fuera refleja tu realidad de
aquí dentro. Las personas ante las cuales tu reacción es más fuerte, sea de
amor u odio, son proyecciones de tu mundo interior . Lo que más odias es lo que
más niegas en ti mismo. Lo que más amas es lo que más deseas dentro de ti. Usa
el espejo de las relaciones para guiar tu evolución. El objetivo es un total
conocimiento de uno mismo. Cuando lo consigas, lo que más desees estará
automáticamente allí; lo que más te disgusta desaparecerá.
7. Libérate de la carga de los juicios. Al juzgar impones el
bien y el mal a situaciones que simplemente son. Todo se puede entender y
perdonar, pero cuando juzgas te apartas de la comprensión y anulas el proceso
de aprender a amar. Al juzgar a otros reflejas tu falta de autoaceptación.
Recuerda que cada persona a la que perdones aumenta tu amor a ti mismo.
8. No contamines tu cuerpo con toxinas, ya sea por la comida,
la bebida o por emociones tóxicas. Tu cuerpo no es sólo un sistema de
mantenimiento de la vida. Es el vehículo que te llevará en el viaje de tu
evolución. La salud de cada célula contribuye directamente a tu estado de
bienestar, porque cada célula es un punto de conciencia dentro del campo de la
conciencia que eres tú.
9. Reemplaza la conducta que motiva el miedo por la conducta
que motiva el amor. El miedo es un producto de la memoria, que mora en el
pasado. Al recordar lo que nos hizo sufrir antes, dedicamos nuestras energías a
asegurarnos de que el antiguo sufrimiento no se repita. Pero tratar de imponer
el pasado al presente jamás acabará con la amenaza del sufrimiento. Eso sólo
ocurre cuando encuentras la seguridad de tu propio ser, que es amor. Motivado
por la verdad interior, puedes enfrentarte a cualquier amenaza, porque tu
fuerza interior es invulnerable al miedo.
10. Comprende que el mundo físico es sólo el espejo de una
inteligencia más profunda. La inteligencia es la organizadora invisible de toda
la materia y toda la energía; como una parte de esta inteligencia reside en ti,
participas del poder organizador del cosmos. Como estás inseparablemente
vinculado con el todo, no puedes permitirte el contaminar el aire y el agua del
planeta. Pero en un plano más profundo, no puedes permitirte el vivir con una
mente tóxica, porque cada pensamiento crea una impresión en el campo total de
la inteligencia. Vivir en equilibrio y pureza es el más elevado bien para ti y
para la Tierra.
Deepak Chopra
(Texto encontrado en Natura Dharma)
jueves, 13 de junio de 2013
lunes, 10 de junio de 2013
El punto negro
Una vez más, quiero compartir un cuento de autor desconocido
que he encontrado en el facebook de Ramón (mil gracias) y me ha encantado:
“Cierto día, un profesor entró en el aula y les dijo a sus
alumnos que se preparasen para una prueba sorpresa. Todos se pusieron nerviosos
mientras el profesor iba entregando la hoja del examen con la parte frontal hacia
abajo, de modo que no vieran lo que contenía hasta que él explicara en qué
consistía la prueba.
Una vez que entregó todas las hojas, les pidió que las dieran
vuelta y miraran el contenido. Para sorpresa de todos, era una hoja en blanco
que tenía en el medio un punto negro. Viendo la cara de sorpresa de todos sus
alumnos, el profesor les dijo: “Ahora van a escribir una redacción sobre lo que
están viendo”.
Todos los jóvenes, confundidos, se pusieron a pensar y a
escribir sobre lo que veían. Terminado el tiempo, el maestro recogió las hojas,
las colocó frente al escritorio y comenzó a leer las redacciones en voz alta.
Todas, sin excepción se referían al punto negro de diferentes maneras.
Terminada la lectura, el profesor comenzó a hablar de la
siguiente manera: “Este examen no es para darles una nota, les servirá como
lección de vida. Nadie habló de la hoja en blanco, todos centraron su atención
en el punto negro. Esto mismo pasa en nuestra vida, en ella tenemos una hoja en
blanco entera, para ver y aprovechar, pero nos centramos en los puntos negros. La vida es un regalo de la naturaleza, nos es dada con cariño
y amor, siempre tenemos sobrados motivos para festejar, por nuestra familia,
por los amigos que nos apoyan, por el empleo que nos da el sustento, por los
milagros que nos suceden diariamente y, no obstante, insistimos en mirar el
punto negro, ya sea el problema de salud que nos afecta, la falta de dinero, la
difícil relación con un familiar o la decepción con un amigo”.
Los puntos negros son mínimos en comparación con todo lo que
diariamente tenemos, pero ellos ocupan nuestra mente en todo momento. Saca tu
atención de los puntos negros, aprovecha cada momento y SÉ FELIZ.”