Reconciliarnos con la sombra

"Retrato del Dr. Haustein" - Christian Schad

Hoy la buena noticia va de arte. A veces, hay exposiciones que son más que simples exposiciones. A veces, hay exposiciones que te voltean. Y eso me parece una noticia no buena, sino genial. Necesitamos, de vez en cuando, que algo nos provoque, nos trastoque, nos haga pensar.

El otro día, en Madrid, fui a visitar la exposición que el Museo Thyssen-Bornemisza y la Fundación Caja Madrid dedican a La sombra. Me suelen gustar las muestras que presentan conjuntamente estas dos entidades pero, en esta ocasión, salí fascinada. No sólo por la gran calidad de las obras que la componen, que van desde Rembrandt, La Tour o Goya hasta Monet, Magritte o Warhol -por citar a algunos-, sino también por la reflexión que me sugirió.

La sombra es nuestra parte oscura, la que no queremos ver, la que escondemos. Cuando nos presentamos ante el mundo tratamos de mostrar siempre nuestra mejor cara, nuestra sonrisa, nuestra luz. Y eso está bien. Sin duda. Está bien mientras no olvidemos que es solamente la mitad de nuestro yo. Está bien mientras seamos conscientes de que existe, también, otra zona. Una zona oscura y misteriosa. Una zona lúgubre y sombría.

Dicen que Ulises no regresó a Ítaca hasta que pudo integrar todas sus identidades. De igual forma, una persona no está completa si no ha conocido, reconocido e incorporado tanto sus luces como sus sombras. De hecho, en este mundo dual en el que vivimos, no existe luz sin sombra y viceversa. Así pues, no nos asustemos cuando aparezcan nuestros demonios, no los neguemos; trabajemos y luchemos por conocer, por aceptar, por integrar nuestra sombra. Y seremos capaces, entonces, de conocer, aceptar y respetar las sombras ajenas.